El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1468
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Capítulo 1468:
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Al igual que el anuncio sorpresa de su relación en la fiesta: inesperado, atrevido, imposible de ignorar.
Había enviado un mensaje claro: la reclamaba para él. No dejaba lugar a la esperanza para otros hombres y ponía a su abuelo entre la espada y la pared, sin posibilidad de rechazo.
La mirada de Nate se suavizó y le acarició la mandíbula con el pulgar. Su voz grave era suave y gentil. —Tomé la decisión antes de partir hacia el Continente Independiente. No te lo dije porque no quería que te sintieras presionada.
Corrine asintió, aunque un ligero fruncimiento apareció entre sus cejas. —Acepté casarme contigo, sí, pero ¿no crees que las cosas van demasiado rápido? Me parece casi demasiado fácil para ti casarte conmigo.
—¿Demasiado rápido? —Nate levantó una ceja, divertido—. Una vez que estemos casados, podrás atormentarme todo lo que quieras. Lo soportaré todo.
Corrine se rió suavemente, pero sus pensamientos ya estaban en otra parte. No quería hacer esperar a su abuelo. Dijo unas últimas palabras antes de dirigirse hacia el coche.
Al abrir la puerta y asomarse para entrar, sus ojos se encontraron con los de su abuelo.
Corrine sintió una extraña necesidad de que él le dijera algo. Se inclinó ligeramente, con voz tranquila pero curiosa. —Abuelo, ¿hay algo que quieras decirme?
Carl apretó los labios antes de aclararse la garganta y hablar en voz baja y deliberada. —¿Lo has pensado bien?
La observó con atención, sopesando su respuesta. Si mostraba el más mínimo indicio de arrepentimiento, no dudaría en arriesgarlo todo para protegerla de las consecuencias.
Corrine asintió con firmeza. —Lo he pensado bien, abuelo.
Al oír sus palabras, la chispa de los ojos de Carl se apagó, sustituida por un cansancio que parecía haberse instalado en lo más profundo de su ser. No dijo nada más, y sus dedos recorrieron lentamente el mango pulido de su bastón.
Corrine ladeó la cabeza, con un tono más suave. —Abuelo, ¿qué te preocupa tanto?
Él la miró fijamente, con los ojos llenos de recuerdos demasiado dolorosos para expresarlos con palabras. Tras un largo silencio, suspiró profundamente, cansado. —De tal palo, tal astilla. Obstinada hasta la médula. Serías capaz de atravesar el fuego solo para demostrar que el mundo se equivoca.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Corrine. Se apoyó en su hombro, y su tono frío se suavizó ligeramente con afecto. —Entonces eso solo significa que soy hija de mi madre. Abuelo, ¿puedes contarme cómo era mamá cuando era pequeña?
Desde que Kiley falleció, Carl nunca había pronunciado su nombre en voz alta. En la casa de los Ford, su presencia permanecía como el humo: se sentía, pero no se mencionaba, era intangible.
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