El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1460
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Capítulo 1460:
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«¡Suéltame!», exigió Corrine, agarrándole la muñeca e intentando separar sus dedos de su brazo.
Su lucha resultó inútil, ya que subestimó la fuerza que le daba su rabia.
Frunció el ceño mientras miraba a su captor.
Los ojos de Bruce se habían transformado: profundos e inyectados en sangre, con las venas palpitando visiblemente en su frente. Parecía una bestia al borde de la salvajería.
Su enfrentamiento se convirtió rápidamente en el centro de atención.
Al ver a Corrine atrapada en las garras de Bruce, la multitud observaba con una mezcla de juicio y morbosa curiosidad.
Los susurros comenzaron a extenderse a medida que aumentaban las especulaciones basadas en su lucha física.
En ese momento tenso, Bruce siseó entre dientes: «Corrine, ¿cómo puedes ser tan barata?».
Sus palabras hicieron que todos se quedaran sin aliento por la sorpresa.
La sala se quedó en silencio durante un instante antes de estallar en una tormenta de susurros caóticos.
Todas las miradas de la sala se dirigieron hacia Nate, que estaba en la zona del salón. Se levantó de su asiento con deliberada lentitud y sus largas piernas lo llevaron hacia la escena.
Nate agarró la muñeca de Bruce y la apartó de Corrine. La atrajo suavemente hacia él, rodeándola con un brazo en señal de protección mientras examinaba las marcas rojas que florecían en su delicada piel. —¿Qué quiere decir exactamente con eso, señor Ashton? —Sus palabras fueron suaves pero precisas, como una cuchilla helada deslizándose entre las costillas.
Bruce, aparentemente imperturbable por la intervención de Nate, se burló de la mano posesiva que rodeaba la cintura de Corrine. —¿Sabes algo de nuestra relación?
—Por supuesto —respondió Nate con una calma inquietante.
La expresión de Bruce se descompuso en confusión, y su confianza vaciló momentáneamente—. ¿Lo sabes? ¿Cómo puedes saberlo? ¿Te lo ha dicho ella misma o la has investigado?
El hielo se cristalizó en la mirada de Nate, cuyos ojos se transformaron en algo anormalmente frío, como si estuvieran forjados en acero helado. Su voz, que recordaba al agua amarga del deshielo de principios de primavera, cortó la tensión con una precisión gélida. —Señor Ashton, ahora que está consumido por la ira, debe reconocer por fin que abandonar a Corrine por una mujer que no la merece fue el mayor error de su vida.
La rabia contorsionó los rasgos de Bruce, que apretó los puños hasta que se le pusieron blancos y apretó los dientes con fuerza entre los labios fruncidos. —El hecho de que la abandonara demuestra que no merecía la pena quedarse con ella. Pero, señor Hopkins, compartir la cama con una mujer a la que yo descarté debe de ser bastante humillante para alguien de su… posición.
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