El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1398
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Capítulo 1398:
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Era Corrine.
Su inesperada entrada provocó una oleada de murmullos entre la multitud.
«¿Cómo ha llegado aquí?», preguntó alguien.
«¿No se la había llevado la policía? ¿Cómo puede estar aquí?», susurró otro.
«¿La habrán liberado sin cargos?», especuló un tercero.
«¡Imposible!», exclamó otro. «¿No dijo el comité organizador que las pruebas contra ella eran concluyentes?».
«Pero su presencia sugiere que ha sido absuelta. De lo contrario, sería un incumplimiento del deber por parte de la policía», señaló alguien más.
La confusión se extendió entre la multitud.
En un abrir y cerrar de ojos, la atención se desplazó de Corrine a Bryant, buscando en su expresión algún indicio de información. Sin embargo, el rostro de Bryant permaneció impasible, con la mirada fija en Corrine, sin revelar nada de lo que pensaba.
Al no poder sacar nada de él, la multitud desvió lentamente su atención.
Bryant apretó con fuerza la taza, hasta que se le pusieron blancos los nudillos. Desvió lentamente la mirada para ocultar la oleada de hostilidad que se apoderaba de sus ojos.
No podía creer lo que estaba viendo. ¿Qué hacía Corrine allí? ¿Acaso la influencia de Nate había llegado hasta Riverveille, permitiéndole manipular los acontecimientos entre bastidores?
Corrine, al notar la mirada sombría de Bryant, esbozó una leve sonrisa al acercarse al equipo de élite del Grupo Ford. Tomó asiento, cruzando las piernas y descansando las manos sobre el regazo, con una postura relajada pero alerta.
—Sr. Hopkins, ¿comenzamos la sesión de hoy de la cumbre? —preguntó con una sonrisa segura, levantando la mirada para encontrar la de Bryant en el escenario.
Bryant se tomó un momento para asimilar las palabras de Corrine. Su mirada se clavó en ella con una intensidad poco habitual en su comportamiento habitualmente sereno.
Su expresión, normalmente cautelosa e indescifrable, revelaba ahora un destello de sorpresa.
Durante años, Bryant se había enorgullecido de sus cálculos meticulosos y estratégicos, confiando en que cada movimiento que hacía se ejecutaba con precisión. Sin embargo, la presencia inesperada de Corrine en la cumbre supuso un duro despertar, burlándose de su cuidadosa planificación.
Había creído que todo estaba bajo control, con Corrine siguiendo sus planes sin saberlo.
Pero ahora, en un momento crítico, se había producido un error significativo e inexplicable.
Debajo de la mesa, Bryant apretó los puños, con la tensión visible en los dedos. Un destello de crueldad brilló detrás de sus gafas.
¿Qué estaba pasando?
El silencio lo envolvió mientras luchaba internamente contra la rabia y la humillación, esforzándose por mantener la compostura.
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