El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1375
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Capítulo 1375:
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—¡Corrine! —La voz de Nate resonó en el aire, fría, cargada de furia herida—. Entiendo que estés enfadada, pero ¿te estás escuchando? ¿Sabes lo cruel que suena eso?
Ella lo miró con frialdad. «¿Cruel? ¿Y tú qué? Tú mentiste. Ocultaste tu plan, tu lesión. Hiciste que todos los demás me lo ocultaran como si fuera una idiota frágil. ¿Eso te hacía sentir fuerte? ¿Inteligente? ¿Te hacía sentir orgulloso convertirme en la única que no sabía nada? Creía que se suponía que debíamos confiar el uno en el otro, Nate. Creía que eso era lo que éramos. Pero quizá soy la única que creía en eso. Si crees que las relaciones consisten en ocultarle cosas a la persona que más te importa, quizá yo también debería empezar a tener secretos».
La confianza no existe de forma aislada, requiere honestidad por ambas partes. Sin ella, todo se desmorona.
Ahora que lo había dicho todo, la presión que sentía en el pecho se alivió. Sus pulmones volvieron a expandirse libremente. Por primera vez en días, podía respirar.
«Descansa».
Se apartó y se dio la vuelta para marcharse, pero Nate la atrajo hacia él.
Una mano le agarró la muñeca. La otra se enredó en su cabello, con la palma acariciándole la nuca mientras la atraía hacia él, hundiendo el rostro en la curva de su hombro, como si esconderse allí pudiera hacer que se quedara.
El repentino abrazo tomó a Corrine por sorpresa, como si el suelo se hubiera movido bajo sus pies.
El aroma familiar la envolvió como una manta reconfortante y su corazón se aceleró en respuesta, traicionando la calma que intentaba mantener.
Sus dedos se curvaron por reflejo y sus manos se cerraron en puños silenciosos a los lados, revelando la batalla entre sus instintos y sus emociones.
Tras un breve momento de quietud, la voz baja y fría de Nate llegó a sus oídos, rompiendo el silencio como un suave eco. —Lo siento…
Sus palabras, aunque suaves, tenían un peso que oprimía el pecho de Corrine, dejándola sin aliento y dividida entre la ira y la compasión.
Era la segunda vez que se disculpaba ese día, pero esta vez ella percibió una sinceridad profunda que no había escuchado antes.
Aunque su educación privilegiada siempre le había dado un aire de autoridad, se había humillado ante ella una y otra vez, como si buscara su aprobación o, tal vez, su perdón.
Su rostro se acurrucó en el hueco de su cuello, y su cálido aliento rozó su piel, provocándole una tensión involuntaria que recorrió todo su cuerpo. Ella permaneció en silencio, dejando que el momento de quietud se prolongara entre ellos, dándole espacio para abrazarla y hablar.
«No pude contarte lo de la herida… no sabía si era mejor no preocuparte o que te concentraras en otras cosas», murmuró Nate, rozando sus labios con la sien de ella.
«Lyhaton ha estado inestable últimamente y temía meterte en un peligro innecesario. Te pido perdón de todo corazón y, a partir de este momento, prometo no ocultarte nada».
Su voz se suavizó, casi suplicante, mientras continuaba: «Te contaré todo, lo que quieras saber e incluso lo que quizá no quieras oír. Reconozco mi error. Corrine, por favor, no sigas enfadada. ¿Me perdonas?».
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