El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1373
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Capítulo 1373:
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Antes de que pudiera reaccionar, le torcieron los brazos hacia atrás y su espalda se estrelló contra la puerta con un ruido sordo.
Un aroma familiar, fresco, amaderado y ligeramente amargo, la envolvió como un recuerdo inquietante, embriagador y sofocante a la vez.
Se estremeció, con la mirada llena de sorpresa.
¿Era Nate?
¿Cómo podía estar allí, en Riverveille?
Las preguntas rebotaban en su mente como balas, pero Nate entrecerró los ojos ante su silencio, y ese brillo peligroso atravesó sus defensas.
Se inclinó lentamente, con cada movimiento deliberado, y le levantó la barbilla con los dedos hasta que sus miradas se cruzaron. Su voz, baja y con un tono frío como el acero, rompió el silencio. —¿Por qué has vuelto tan tarde?
Corrine apretó los labios con fuerza, en una línea dura y obstinada. No dijo nada.
La habitación estaba envuelta en la oscuridad, salvo por la tenue luz que se filtraba a través de la ventana de cristal esmerilado, lo justo para revelar rasgos borrosos. Ambos eran apenas reconocibles en la penumbra.
Nate apretó ligeramente su agarre, levantándole más la barbilla, clavando sus ojos en los de ella con una intimidad contundente, profunda, oceánica y dominante.
Aunque había escapado por poco de la muerte, las heridas le habían pasado factura.
Tenía el rostro demacrado, la piel pálida y los rasgos angulosos de los pómulos más pronunciados de lo que ella recordaba. Sus ojos, antes vivos, ahora parecían haber visto demasiado.
Sus miradas se cruzaron. Sus alientos se entremezclaron.
En ese espacio entre latidos, el aire se volvió denso, pesado y sofocante, como una tormenta a punto de estallar.
Corrine no pudo soportarlo más. —¿Qué le trae aquí esta noche, señor Hopkins?
Su tono era frío, con un deje de burla, cada palabra impregnada de la ira silenciosa y punzante que sentía en su corazón.
El nombre golpeó a Nate como una bofetada.
Tragó saliva con dificultad. —¿Sigues enfadada?
—No —respondió ella con un tono seco y tajante. Sus labios esbozaron una leve sonrisa, pero no había nada de cálido en ella, solo una sutil burla.
Nate exhaló, casi en un suspiro. —Mientes. Lo noto, sigues enfadada.
Ella se rió una vez, con una risa aguda y sin humor. —Ja.
—Sé que me equivoqué. —Su voz se suavizó. Soltó su barbilla y le rozó la mejilla con los dedos antes de inclinarse y tocarle suavemente la frente con la suya—. Lo digo en serio. Lo siento. ¿Lo aceptas?
Ojalá las disculpas pudieran arreglar lo que se había roto.
Corrine respiró hondo, tranquilizándose y apagando el fuego que aún ardía en su pecho. —Acepto tus disculpas —dijo con frialdad—. Ahora es tarde. Estoy cansada. Tengo hambre. Necesito descansar. Sr. Hopkins, por favor, váyase.
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