El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1371
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Capítulo 1371:
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Después de lo que le pareció una eternidad, logró balbucear sin aliento.
—¿Kinsley?
¿Estaba viva?
—Sí, soy yo. —Su tono era cálido, entremezclado con una risa contenida y algo más suave—. No esperabas saber de mí en toda tu vida, ¿verdad? ¿Me echaste de menos después de tanto tiempo?
La sorpresa de que estuviera viva le provocó una oleada de incredulidad. Frotándose la frente, Vulture comenzó a caminar de un lado a otro por el suelo del hospital. «No puedo creerlo. Sinceramente, ¿estás bien? ¿Cómo estás?». Kinsley sabía que su preocupación era sincera, nacida de la amistad más que de cualquier sentimiento romántico.
Aun así, escuchar el tono crudo de su voz la conmovió.
Exhaló lentamente, recuperando la compostura. «Debo decirte que Corrine está aquí conmigo. Así que no te preocupes por ella, ¿de acuerdo?».
Vulture se quedó atónito de nuevo. —¿Os conocéis? ¿Cuándo ha pasado eso?
La noticia sacudió su habitual compostura, y su mente intentó asimilar tantas revelaciones.
—Hace unos días —dijo Kinsley—. Pero no hablemos de eso ahora. En cuanto termine aquí, volaré a Lyhaton.
—Entendido —dijo Vulture sin dudar. Hizo una breve pausa, bajó la voz y le dio la espalda a Nate. Cubrió el auricular con una mano—. ¿Podrías hablar con Corrine? ¿Pedirle que me desbloquee?
—No tengo tanta influencia sobre ella. Tendrás que encargarte de eso tú mismo cuando la veas. Y, sin más, colgó.
Vulture escuchó el tono de desconexión durante un segundo antes de murmurar: —Así que así es como es: deshacerse de los viejos amigos para hacer sitio a los nuevos…
No llegó a terminar la frase. Nate se arrancó el gotero del brazo, cogió su abrigo y salió por la puerta.
Mientras Vulture veía marcharse a Nate, se volvió hacia Saul, frunciendo aún más el ceño.
—¿Qué le pasa a tu jefe?
Saul parecía cansado. —Ni idea.
Mientras tanto, Corrine estaba en un bar junto a la playa.
Se apoyó en la barra de madera, con el codo levantado, mientras bebía lentamente un cóctel de ron.
Un hombre con camisa blanca y pantalones cortos se acercó y se sentó en el taburete vacío a su lado. La miró fijamente antes de hablar. —Parece que la vida te ha tratado bien estos últimos años.
Corrine giró la cabeza y lo miró. El hombre era Leif Mendoza, conocido en su círculo como Ghostface, un oficial médico de la organización Red Flame.
Tenía una reputación rotunda: era un hombre capaz de devolver a la vida a personas que estaban al borde de la muerte. Los que no lo conocían lo llamaban el mago de la medicina, pero los que lo conocían bien sabían que su verdadero talento residía en los venenos, no en las curas.
La voz de Corrine era fría. —¿Cómo me has encontrado?
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