El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1355
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Capítulo 1355:
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No hubo arrebatos de ira, ni lágrimas, ni recriminaciones, solo un dolor tan profundo en su corazón que casi la ahogaba. Nate, incapaz de permanecer pasivo, la siguió instintivamente.
Su instinto le decía que no podía dejarla escapar así.
Pero cuando arrancó la aguja de su mano y salió apresuradamente, los guardias apostados fuera de la sala reaccionaron alarmados. «¡Señor Hopkins!».
Acababa de despertarse y los médicos le habían recordado repetidamente que se lo tomara con calma, pero en un abrir y cerrar de ojos, salió de la habitación.
Para todos los que lo rodeaban estaba claro: su amor por Corrine superaba incluso su propia salud.
Corrine caminaba rápidamente, tratando de ocultar las lágrimas que le quemaban los ojos, especialmente a Nate.
Lo que sucedió en el silencioso pasillo del hospital fue casi surrealista. Corrine avanzaba con determinación, Nate se agarraba el pecho con dolor mientras se tambaleaba para alcanzarla, y un pequeño ejército de fornidos guardaespaldas la seguía de cerca.
Cuando ella llegó al ascensor, Nate finalmente la alcanzó. Sin previo aviso, la agarró por la muñeca y la empujó contra la pared.
—Te lo oculté porque no quería que te preocuparas. —Bajó la cabeza y su mirada se suavizó mientras le acariciaba la mejilla con los dedos.
El frío de su contacto era casi imperceptible, pero Corrine se apartó instintivamente y levantó la vista para mirarlo, con una expresión tan impasible como la piedra. —¿De verdad es porque no querías que me preocupara, o es porque crees que no soy digna de saber la verdad?
Por primera vez, las palabras de Corrine tenían un tono frío y distante, como si estuviera hablando con un extraño.
Nate frunció ligeramente el ceño y una mirada de incomodidad cruzó sus ojos.
Pero cuando su mirada se posó en los ojos enrojecidos de ella, una extraña ternura ablandó su corazón.
Suspiró profundamente y se inclinó para atraerla hacia sí, con la intención de besarla, pero Corrine apartó la cara, evitándolo.
Ignorando el dolor que se reflejó en el rostro de Nate, se liberó suavemente de su abrazo y dio un paso atrás, con movimientos deliberados, como si quisiera distanciarse de él de todas las formas posibles.
Una punzada de inquietud le oteó el pecho a Nate. —Corrine…
—Nate.
Sus voces se encontraron, casi al unísono.
Corrine lo miró con calma a los ojos. Había ensayado innumerables palabras mientras subía al piso veintiséis, imaginando todo lo que quería decir. Pero ahora, con él frente a ella, las palabras se le escapaban.
¿Perdón?
No, no era tan sencillo. Lo que sentía era mucho más complejo: impotencia, agotamiento emocional y una renuente resignación a una dura realidad.
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