El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1354
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Capítulo 1354:
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Nate dio un paso adelante y abrió los brazos para abrazarla. Pero Corrine se apartó sutilmente, evitando su contacto.
Él dejó las manos en el aire durante un instante, con los labios apretados, antes de dar otro paso adelante y atraerla hacia sí.
Apoyó la cabeza en su cuello y su aliento cálido acarició la piel de ella. Sus labios rozaron la sien de Corrine y su voz, baja y tranquilizadora, sonó como whisky con un toque de miel. —¿Estás enfadada?
Mientras estaba entre sus brazos, Corrine solo podía pensar en sus heridas. No se atrevía a forcejear, dejándole que la abrazara, ya que su preocupación por su estado lo superaba todo. El aroma familiar la rodeaba, evocando una extraña sensación de consuelo, algo perdido hacía mucho tiempo, pero que nunca había olvidado.
En ese momento, la ira y el resentimiento que habían atormentado su corazón se desvanecieron, barridos como hojas por el viento.
Corrine sintió una profunda autocompasión.
Pero ¿no era así como actuaban las personas?
Cuando se encontraban cara a cara con la persona que amaban, a menudo cedían una y otra vez, y sus corazones se ablandaban, como si estuvieran unidos por hilos invisibles.
Al ver su hermoso rostro ensombrecido por la frustración, Nate soltó una risa suave y resignada. Se inclinó de nuevo para envolver a Corrine en sus brazos, cerrando lentamente los ojos mientras inhalaba el aroma débil y persistente de su piel, un sutil consuelo en medio del caos.
La habitación quedó en silencio, pero no era un silencio incómodo. No hacían falta palabras; el silencio lo decía todo.
Tras una eternidad de quietud, la voz de Corrine se rompió, apagada y tensa. —¿Cómo te has hecho daño?
Intuyendo la tormenta de emociones que se agita bajo sus palabras, Nate dudó y luego respondió sin evasivas: —Me han disparado.
Corrine frunció ligeramente el ceño ante su franca confesión. Ni Matias ni Saúl eran hombres que dejaran a sus oponentes ilesos, por lo que era raro que Nate saliera herido, y mucho menos de un disparo.
Respirando profundamente para calmarse, Corrine luchó por controlar la tormenta que se desataba en su interior y preguntó en un tono plano y controlado: «¿Dónde te han herido? ¿Es grave?».
La voz de Nate era inquebrantable en su honestidad. —El pulmón… y el corazón.
Una ola de angustia invadió a Corrine mientras procesaba sus palabras. Apretó los dientes y tensó la mandíbula por el esfuerzo.
Su corazón… Si la bala se hubiera desviado solo un milímetro, lo habría perdido para siempre.
Había estado al borde de la muerte y se lo había ocultado todo. Se estremeció al pensar en lo que podría haber pasado si la suerte no hubiera estado de su lado.
La sola idea de su muerte la atenazó como un tornillo, una sensación fría y entumecida se extendió por sus venas, ahogándole el aliento y dejándola solo con el dolor punzante de lo que podría haber sido.
Sus dedos se cerraron en puños y las uñas se le clavaron en las palmas. Sentía como si se le cerrara la garganta. —Deberías descansar. Me voy. —Las palabras apenas salieron de su boca antes de darse la vuelta y marcharse.
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