El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1346
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Capítulo 1346:
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—Sigue desayunando. —Su tono tenía un nuevo peso cuando dejó el café sobre la mesa y se puso de pie.
El sonido de la silla al deslizarse hacia atrás hizo que Mandy se levantara de un salto. —Señorita Holland, ¿adónde va?
Corrine esbozó una leve sonrisa, que apenas tocó sus labios, y le dio a Mandy una suave palmada en el hombro. —Vuelvo a mi habitación a cambiarme. Quédate aquí. No tardaré mucho.
En cuanto entró en su habitación, Corrine sacó el teléfono. Sus dedos se movieron rápidamente, casi con urgencia, mientras marcaba el número de Jules.
—Dime —dijo en cuanto él respondió—, ¿qué ha pasado en Lyhaton?
Jules apagó el cigarrillo en el cenicero y el calor de las brasas se desvaneció con un suave silbido. —Todo normal en casa. No te preocupes.
Desde el incidente de Jayden, Jules había renovado su red de inteligencia. Aún estaba en fase de prueba, pero incluso en sus primeras etapas había demostrado ser útil, demasiado eficiente como para dejar pasar algo sin darse cuenta.
Corrine conocía a Jules. Si hubiera ocurrido algo grave, ya lo habría intuido. Sin embargo, su vaga tranquilidad solo sirvió para agitar la tormenta que se había desatado en su interior.
Entrecerró los ojos y una mirada fría se apoderó de ella. —Quiero saber de Nate.
Una pausa. Un silencio revelador.
Jules inhaló profundamente y el cigarrillo crepitó al dar una larga calada. —No hay ninguna noticia sobre él. Sea lo que sea lo que esté pasando, está bajo llave. En lugar de preguntarme a mí, quizá deberías ir directamente a él. Averigua por ti misma qué es lo que te está ocultando.
Primero, Eaton había sido escoltado fuera del instituto de investigación. Luego, un nuevo equipo había irrumpido en él, acelerando los ensayos con el fármaco. Y ahora… silencio total. Todo estaba demasiado orquestado, demasiado secreto.
Corrine se había aferrado a un frágil hilo de esperanza. Pero ese hilo se rompió en el momento en que Jules confirmó lo que ella temía.
Una fuerte presión se apretó contra su pecho, envolviéndola como un peso implacable.
Sus pulmones y su corazón parecían estar atrapados en unas espirales invisibles que se apretaban a su alrededor. Luchó por respirar, como si sus emociones la estuvieran asfixiando por dentro.
Apretó el teléfono con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos. Respiró hondo para calmarse y habló con voz baja y fría, ronca por el nudo que tenía en la garganta. —Lo entiendo.
Cuando terminó la llamada, se quedó en silencio, con la mirada perdida, contemplando la inmensidad del mar y el cielo que se extendían más allá de la ventana.
Entonces, como impulsada por el instinto, volvió a coger el teléfono y marcó el número de Vulture.
Sonó. Y siguió sonando, sin respuesta.
Si estuviera en el campo, sería normal que se interrumpiera la comunicación temporalmente. Pero acababa de llegar a Lyhaton. Su silencio ahora parecía deliberado, calculado.
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