El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1341
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Capítulo 1341:
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Exhaló y negó ligeramente con la cabeza. «Universe Financial Group lleva años patrocinando estas cumbres, pero Bryant nunca revela todas sus cartas. Siempre tiene algo bajo la manga. Yo solo me enteré del anuncio durante el discurso de apertura. Parece tranquilo y relajado, pero en el fondo es un lobo con piel de cordero. Sería prudente que tuvieras cuidado con él».
Sus pensamientos volvieron a la imagen de Bryant hablando con Corrine, con ese brillo astuto en los ojos. Había algo en la forma en que se había acercado a ella que le había parecido extraño, demasiado calculado.
Kinsley entrecerró ligeramente los ojos. —Dime la verdad. ¿Lo has provocado? Porque parece que te está tendiendo una trampa.
—Quizá —respondió Corrine con un encogimiento de hombros indiferente.
Su voz era tranquila, imperturbable, como si nada de eso importara. No mentía, pero su indiferencia insinuaba algo que no decía.
Pero, claro, cuando se trataba de Corrine, pocas cosas necesitaban ser dichas en voz alta.
Ambas conocían la verdad. Si alguna vez apuntaran con un arma a la cabeza de Corrine, once más apuntarían al idiota que se atreviera a levantarla. Y no vivirían lo suficiente para apretar el gatillo.
Kinsley ladeó ligeramente la barbilla y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba. Irradiaba confianza, no con palabras, sino con su postura, con su fuego. —Pase lo que pase, estoy contigo.
Corrine la miró y captó ese destello feroz en los ojos de Kinsley. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, suavizando la expresión gélida de su rostro. —Mírate —murmuró—. Tan audaz, tan segura de ti misma. ¿Por fin has progresado después de todos estos años?
Kinsley soltó una burla y volvió a poner los ojos en blanco, pero esta vez con una sonrisa de satisfacción. —Vete a la mierda. Sabes muy bien cómo hacerme daño.
La verdad le dolió un poco. Corrine era la más joven de las doce, pero en cuanto a habilidades de combate, las superaba con creces. Incluso si cuatro o cinco de ellas se unieran, sus posibilidades contra ella serían ridículas.
Kinsley captó la mirada ligeramente cargada que Corrine le lanzó, y sintió un nudo en el estómago. Entrecerró los ojos, con un destello de inquietud. —¿Por qué me miras así? —preguntó, con un tono más agudo de lo que pretendía.
Llevaba tumbada en el sofá desde que entraron, impasible y completamente inmóvil.
Kinsley siempre había sido tranquila, pero esto… esto era un nuevo tipo de quietud. Se aferraba a ella como una segunda piel, más pesada de lo habitual.
Corrine lo notó y lo meditó en silencio. Pero antes de que pudiera entenderlo, Kinsley se levantó de los cojines. —Se está haciendo tarde. Vamos —dijo, dando ya un paso adelante.
Eso sacó a Corrine de sus pensamientos. Asintió con firmeza. —De acuerdo.
Al salir del salón privado, Kinsley se inclinó lo justo para que solo ella la oyera. —Bryant ha venido preparado esta vez. Ten cuidado.
Corrine se volvió para mirarla a los ojos. —Tú también ten cuidado —le dijo en voz baja—. Tengo la sensación de que no solo va a por mí.
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