El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1331
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Capítulo 1331:
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Nate asintió ligeramente, con una expresión de resignación en el rostro. —Probablemente mi abuela está desesperada por tener bisnietos y pensó que un poco de interferencia no haría daño.
Corrine solo pudo suspirar profundamente.
Entendía el entusiasmo de Evelyn por tener bisnietos, pero este plan la había dejado casi exhausta.
Al ver la expresión desanimada de Corrine, Nate le acarició la espalda con ternura y le rozó los labios con los suyos. —Cuando llegues a Riverveille, mantente alerta. Mandy estará contigo todo el tiempo. Llámame si pasa algo.
Corrine asintió. —Entendido.
«Descansa un poco». Nate la abrazó con fuerza y le acarició la espalda con un ritmo suave que calmó sus nervios crispados.
Corrine estaba completamente agotada por los acontecimientos de la noche anterior. Con la cabeza apoyada en el calor de su pecho, el sueño la invadió casi al instante.
Pero los momentos de paz rara vez duran, y antes de que se diera cuenta, Corrine se encontró en la entrada del aeropuerto.
—No te olvides de mí —dijo Nate, apretándole la mano con un gesto elocuente que lo decía todo.
Corrine asintió con la cabeza, se inclinó para darle un rápido beso en la mejilla y salió del coche con renuencia.
Nate observó cómo su silueta desaparecía entre la multitud antes de que su expresión se transformara, endureciéndose como el acero. —¿Has conseguido la información?
Matías captó la mirada de Nate por el espejo retrovisor y confirmó: —Los miembros del Consejo de Ancianos llegarán al aeropuerto de Lyhaton esta tarde.
Tras un momento de vacilación, Matías se atrevió a preguntar con cautela: —Señor, ¿ha enviado a la señorita Holland lejos para protegerla de esa persona y evitar que la convierta en objetivo?
Nate levantó la mirada, sin revelar nada de lo que pensaba. —Mantén esto en secreto. Ella no tiene por qué saberlo.
Matías hizo una breve pausa antes de responder: «Entendido».
Al mediodía, Corrine y su equipo aterrizaron en Riverveille, la ciudad que acogía la tan esperada cumbre industrial.
El vuelo de tres horas le había dado tiempo suficiente para descansar y, al bajar del avión, parecía renovada, en contraste con el agotamiento que había apagado sus rasgos esa mañana.
El equipo de Corrine, un formidable grupo de nueve personas, hizo una salida impresionante del aeropuerto, llamando la atención con su presencia.
El espeso aire costero de Riverveille los envolvía como un sudario invisible, húmedo e implacable. El calor se adhería a su piel, impregnando su ropa con una persistencia sofocante que provocaba una extraña sensación de irritación.
Mandy, siempre atenta, llevaba el equipaje de Corrine, mientras que esta se rezagaba perezosamente al final del grupo, sin prisa.
Al darse cuenta de que se había quedado atrás, Natasha redujo el paso lo justo para adaptarse a su ritmo. —El vehículo del organizador está esperando en la zona A del aparcamiento.
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