El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1298
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Capítulo 1298:
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Más revelador aún era que Jonathan, despiadado e implacable, no hubiera hecho nada al respecto. Eso solo lo decía todo. La identidad de Corrine era bastante significativa.
Sentado junto a Corrine, Nate no pasó por alto el cambio en la expresión del crupier. Captó el brillo especulativo en los ojos del hombre, la forma en que estudiaba a Corrine con un cálculo velado.
Las miradas prolongadas se estaban volviendo irritantes. Nate se reclinó ligeramente hacia atrás, con voz tranquila pero con un tono inequívoco de frialdad.
—Señor Martel, parece que sus hombres necesitan una lección de obediencia.
Jonathan barrió las cartas de la mesa sin apenas mirar al crupier. Su voz, distante y fría, cortó el aire. —¿Has oído eso? Considéralo una advertencia. Nunca codicies lo que no te pertenece, ni siquiera una mirada fugaz.
El crupier bajó la mirada, con ansiedad en el rostro, pero siguió repartiendo las cartas con precisión robótica.
Cuando Corrine se inclinó para coger sus cartas, Nate fue más rápido y se las arrebató en un instante.
Una pizca de diversión se dibujó en los labios de Corrine mientras bajaba la mirada, ocultando una sonrisa.
Celos otra vez.
¿El juego? Seguía siendo el blackjack.
Bleacher y Mandy se acercaron con nuevas pilas de fichas y las colocaron sobre la mesa con cuidadosa precisión.
Corrine echó un vistazo rápido a sus cartas antes de lanzar una pila de fichas: una apuesta de diez millones.
Jonathan arqueó una ceja, con un tono de voz que delataba cierta curiosidad. —Señorita Holland, sin duda rebosa confianza.
Era su confianza, combinada con su calma y compostura, lo que la hacía indudablemente cautivadora.
Su respuesta fue rápida, con un tono de desafío juguetón. —Solo son diez millones. Seguro que puedes permitirte perder esa cantidad, ¿no?
Jonathan esbozó una sonrisa burlona, sintiendo cómo la irritación crecía en su interior. ¿Cómo se atrevía a hablar con tanta ligereza de su riqueza? —¿Diez millones? —murmuró con desdén—. No son nada para mí.
Sin dudarlo, igualó su apuesta, lanzando casualmente sus propios diez millones antes de añadir veinte millones más por si acaso.
—Qué generoso —comentó Corrine, con voz firme, aunque sus palabras provocaron una inquietud en el pecho de Jonathan.
Se dio cuenta de que ella todavía estaba molesta por lo que le había hecho a Lone Ranger. Sin embargo, en lugar de abordar el tema, se limitó a sonreír, dejando pasar el momento sin hacer ningún comentario.
Dejó caer sus cartas con un gesto grandilocuente: exactamente veinte puntos.
La mano de Corrine solo revelaba dieciocho puntos, una clara derrota.
En la siguiente ronda, sin siquiera mirar sus cartas, Corrine apostó audazmente treinta millones.
Jonathan, siempre competitivo, igualó la apuesta y el juego se intensificó, convirtiéndose en una tensa batalla en la que incluso las manos expertas del crupier titubearon bajo la presión.
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