El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1289
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Capítulo 1289:
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La oferta de Nate no era del todo desagradable. Pero se trataba de un juego de poder, y Jonathan no estaba dispuesto a entrar en él de forma imprudente.
Tenía que tener en cuenta las fuerzas que respaldaban a Claude y, lo que era más importante, tenía que desconfiar de Nate, que era tan capaz de volverse contra él en cuanto le conviniera. Si Nate lanzaba un ataque por la espalda, los hombres de Jonathan quedarían expuestos. Y no eran solo subordinados, eran amigos que habían luchado a su lado, hombres por los que daría la vida.
La voz de Nate interrumpió sus pensamientos. —Todos tus negocios serán legalizados —dijo con suavidad—. Y te ayudaré a establecer nuevos canales comerciales.
Jonathan apenas reaccionó. A lo sumo, una lenta y cómplice sonrisa se dibujó en sus labios. —Una oferta tentadora. Parece que quieres que arriesgue todo lo que tengo.
Nadie hacía favores gratis. No en su mundo.
Y desde luego Nate no.
El trato apestaba a veneno, del tipo que mata lenta pero seguramente.
Nate se reclinó ligeramente, con la mirada indescifrable. —El territorio al sur de la ciudad. Quiero que protejas a Moses.
Jonathan soltó una risita ahogada y chasqueó la lengua, como si estuviera pensando. —¿Qué tiene Lyhaton que todo el mundo se pelea por un pedazo?
Nate le devolvió la mirada con una sonrisa enigmática. —Tú deberías saberlo mejor que nadie.
La expresión de Jonathan apenas se alteró, pero algo se le encogió en el pecho durante un instante.
Pasó un momento antes de que volviera a hablar, con tono frío y decidido. —Está bien. Te ayudaré, pero a cambio me entregarás a Eaton Burton.
Los labios de Nate esbozaron una sonrisa de complicidad. —Me temo que no puedes permitírtelo. Eaton podía haber sido expulsado, pero seguía siendo un Burton, seguía vinculado al Continente Independiente.
Una responsabilidad que Jonathan no tenía ningún interés en asumir.
—Entonces préstamelo durante dos días.
Nate se levantó y se ajustó la chaqueta con la facilidad de quien está acostumbrado a hacerlo. —Esperaré tus buenas noticias.
El significado estaba claro. Había aceptado.
Jonathan permaneció sentado, observando cómo Nate se alejaba.
Para que un hombre como Nate buscara su ayuda, había algo más en juego. Algo que Jonathan aún no había visto.
La puerta se abrió lentamente. Bleacher entró con voz firme. —Jefe, la señorita Holland sigue esperando en la oficina de al lado.
Jonathan no se volvió. Su respuesta fue tranquila, indescifrable. —Lo sé.
Después de deslizarse en el coche, Nate se recostó contra el asiento y exhaló suavemente mientras cerraba los ojos.
Matías, sentado en el asiento del copiloto, le echó un vistazo a través del espejo retrovisor antes de hablar en tono mesurado. —Señor, la señorita Holland llamó antes. Quería que le informara de que no es necesario que la recoja esta noche.
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