El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1288
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Capítulo 1288:
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—Eh, chica —dijo uno de ellos con sorna, con voz llena de diversión—. ¿Sabes siquiera de quién es este territorio? Hacer trampas en un sitio como este… ¿Estás buscando problemas?
—Deja de dar largas —gruñó otro—. Sé exactamente cómo tratar a mujeres como ella.
Estaban decididos a sacarle algo esa noche.
Mientras tanto, en la habitación contigua, Jonathan se recostó en su silla, con las largas piernas apoyadas perezosamente en el borde del escritorio. La postura informal no disminuía en absoluto la autoridad que irradiaba, una arrogancia inquebrantable que se entretejía en su propia presencia.
—Nate —dijo con tono peligroso—. ¿Estás cansado de vivir? Entras en mi territorio como si fueras el dueño. Imprudente. Temerario. Loco.
Qué descaro. Sin refuerzos, sin precaución. ¿De verdad creía Nate que le dejaría salir ileso?
Sentado frente a él, Nate levantó la mirada, frío e imperturbable. —He venido a hablar de negocios.
Jonathan entrecerró los ojos, con una pizca de diversión bajo su aguda mirada.
—¿De negocios, dices?
La tensión en la habitación se intensificó.
Durante años habían sido adversarios acérrimos, y su enemistad no dejaba lugar a la amistad.
Si había algún vínculo entre ellos, era su determinación compartida de ver caer al otro.
Sin embargo, Jonathan había tratado lo suficiente con Nate como para saber que era imposible descifrarlo.
La mirada de Nate lo recorrió con facilidad antes de hablar, con tono mesurado. —Quiero que te hagas cargo del territorio de Claude.
Jonathan entrecerró los ojos.
No reaccionó de inmediato. En cambio, se llevó una mano a la barbilla y jugueteó distraídamente con el anillo de su dedo índice mientras sopesaba las palabras.
La habitación permaneció en un silencio inquietante, salvo por la voz profunda y pausada de Nate. —No puede haber dos líderes en un mismo territorio. Tú lo entiendes mejor que nadie. Claude ha estado ampliando sus fuerzas en Lyhaton. Tarde o temprano, vosotros dos entraréis en conflicto, es solo cuestión de tiempo.
El mensaje era muy claro. Tarde o temprano, el enfrentamiento entre Jonathan y Claude era inevitable.
Una risa lenta, casi divertida, escapó de los labios de Jonathan. Sus ojos, fríos y afilados como el cristal, brillaban con oscura diversión. —Eres realmente despiadado. Intentando manejarme como una pieza de ajedrez en tu tablero.
Nate permaneció impasible. —Si corres el riesgo, me aseguraré de que seas bien compensado.
Jonathan arqueó una ceja, intrigado. —Adelante, entonces. Si te ayudo a derribar a Claude, ¿qué obtengo a cambio?
Ya había oído los rumores sobre los planes traicioneros de Claude contra la familia Ford.
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