El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1284
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Capítulo 1284:
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Corrine arrancó el coche y salió del aparcamiento subterráneo. —Dile que no hace falta que venga a recogerme esta noche.
—Entendido.
Tras colgar, Corrine se concentró en la carretera y se dirigió hacia el lugar donde se había visto por última vez al Llanero Solitario.
La famosa calle de bares de Lyhaton, un lugar donde se mezclaban el caos, los secretos y las sombras.
Según la información de Vulture, la zona había sufrido varios cambios de poder y ahora estaba firmemente bajo el control de Jonathan.
Estaba claro que no se debía subestimar la influencia de Jonathan.
Corrine llegó justo antes de las cinco de la tarde, los bares aún estaban tranquilos y la calma de la tarde se cernía sobre la calle.
Aparcó el coche a un lado de la carretera y eligió uno de los bares para investigar.
El camarero, que estaba limpiando la barra, le lanzó una mirada escéptica. «¿No ha visto el cartel de «Cerrado»?».
Su tono no era precisamente acogedor, sino más bien desafiante.
El camarero era grande y musculoso, y su complexión le hacía parecer incómodo con el uniforme ajustado, como un oso atrapado en un chaleco.
Corrine, imperturbable, hizo girar las llaves del coche entre los dedos y se acercó a la barra. —Un martini, por favor.
Era una frase en clave, una señal que le permitiría acceder al círculo íntimo del bar.
La expresión del camarero cambió y la miró con más cautela antes de tirar el paño sobre la barra. —Sígame.
Corrine siguió al camarero hasta una de las salas VIP.
Detrás de la lujosa decoración de la sala, había una discreta puerta empotrada en la pared.
Corrine arqueó una ceja al verla.
«Entra», dijo el camarero, señalando la entrada oculta con un sutil movimiento de la barbilla.
Corrine entró sin dudarlo.
En cuanto entró, la puerta se cerró silenciosamente detrás de ella.
Las luces parpadearon a lo largo del estrecho pasillo, iluminando su camino.
A medida que avanzaba por el pasillo, el débil murmullo de las voces se hizo más fuerte. Pronto, el pasillo se ensanchó, revelando el lujoso espectáculo de un casino subterráneo.
El amplio espacio estaba dividido en zonas con diferentes límites de apuesta. Lujosas lámparas de cristal y lujosas alfombras rojas conferían al lugar un ambiente grandioso.
Arriba, una amplia plataforma de observación permitía vigilar todo el casino.
Los clientes parecían despreocupados, libres de las restricciones del mundo exterior.
—No te reconozco —dijo un hombre uniformado, acercándose a Corrine con una sonrisa cortés que no llegaba a sus ojos vigilantes—. ¿A qué le gustaría jugar esta noche?
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