El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 128
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Capítulo 128:
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«¡No te muevas!» La nuez de Adán de Nate se balanceó mientras hablaba, la mandíbula tensa, traicionando un destello de contención que no hizo sino aumentar la tensión entre ellos. Corrine sintió el cambio en su cuerpo y su rostro se tiñó de carmesí. Se quedó inmóvil, sin atreverse a hacer ruido ni a moverse lo más mínimo.
Tras una larga y pesada pausa, finalmente preguntó, con voz suave e insegura: «¿Estás bien?».
«Corrine, déjame recordarte… que soy un hombre normal». La mirada de Nate se ensombreció cuando la miró a los ojos, sus dedos rozaron un mechón de pelo suelto detrás de su oreja, su toque a la vez íntimo y cuidadoso.
«No te preocupes, no te forzaré».
Sus dedos, de articulaciones fuertes y definidas, se deslizaron detrás de su oreja, su caricia se prolongó más de lo previsto, burlándose de su piel con una presión sutil, casi juguetona.
«Entonces compórtate y tómate tu medicina». Corrine le apartó la mano y se soltó de su abrazo. Rápidamente cogió la medicina que había sobre la mesa.
«Tómalo rápido, o la fiebre empeorará».
Nate echó un vistazo a las coloridas píldoras que tenía delante, frunció el ceño y las descartó con un leve movimiento de cabeza.
«Es sólo un pequeño bicho. Mejorará solo».
«Tómate la medicina ahora, ¿o qué pasa si la fiebre te fríe el cerebro?». La preocupación se reflejó en el rostro de Corrine, con una voz cada vez más apremiante.
«Dámelo».
«Entonces abre la boca».
«Dulce Corrine, así no se alimenta a alguien».
La sonrisa burlona de Nate no hizo más que aumentar la frustración de Corrine, pero entonces su mente se puso en su sitio.
«¡Lo tomes o no, no es asunto mío!»
«Bien, me lo llevo». Cuando ella empezó a alejarse, claramente enfadada, Nate extendió la mano y le agarró suavemente la muñeca. Se llevó el vaso de agua a los labios, con voz de tranquila satisfacción.
«Mira lo obediente que soy con mi novia».
El término la golpeó como una ola, sus mejillas se sonrojaron al instante mientras las palabras quedaban suspendidas entre ellos. Le lanzó una mirada rápida y sorprendida antes de darse la vuelta, tratando de ocultar la sonrisa que se dibujaba en sus labios.
«Después de tomar la medicina, descansa un poco. Te veré más tarde».
Pero justo cuando se daba la vuelta para marcharse, Nate la agarró por la muñeca y la atrajo hacia sí, cogiéndola desprevenida.
Antes de que Corrine pudiera levantarse, la mano de Nate se posó suavemente en su cabeza, atrayéndola hacia su abrazo.
«Quédate conmigo», murmuró, sus palabras tenían un peso íntimo.
El simple gesto provocó un temblor inexplicable en el corazón de Corrine.
«Me temo que quedarme aquí podría molestarle…», empezó, con la voz teñida de vacilación.
El tono de Nate era un poco juguetón.
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