El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1266
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Capítulo 1266:
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—¿Estás reflexionando? —La voz de Corrine resonó desde el fondo del pasillo.
Jayden se volvió y la vio caminando hacia él, con aire relajado.
Él esbozó una pequeña sonrisa. —¿Crees que soy un tonto?
—¿De verdad quieres saber la verdad? —preguntó Corrine, deteniéndose a su lado. Miró al cielo antes de volver la mirada hacia él.
Jayden asintió.
—Para ser sincera, el temperamento de Barry es más adecuado para la política que el de Jules. Pensaste que, apoyando a Barry, podrías asegurarte su lealtad hacia la familia Ford.
Jayden lo hizo con la esperanza de que alguien salvaguardara el futuro de la familia Ford tras su jubilación.
Corrine habló en tono tranquilo. —Jules conoce sus límites, así que no te tomes en serio lo que dijo en el coche.
Con sus habilidades, Barry podría haber triunfado en la política por sí mismo. Por desgracia, confió en la persona equivocada y tomó decisiones erróneas.
Tras escuchar las palabras de Corrine, Jayden soltó un profundo suspiro, al darse cuenta de que alguien comprendía realmente sus intenciones.
Miró a Corrine, le dio una suave palmadita en la cabeza y le sonrió cálidamente. —Vamos.
Corrine y Jules caminaron junto a Jayden, uno a cada lado.
Jules miró la nuca de Jayden y preguntó con indiferencia: —¿De verdad vamos a dejar escapar a ese traidor?
—El tío Jayden sabe lo que hace —respondió Corrine con calma.
Jules soltó una risa amarga y murmuró: «Si realmente supiera lo que hace, ¿se habría dejado engañar por uno de sus propios hombres?».
En cuanto terminó de hablar, Jayden se detuvo en seco.
Corrine y Jules se quedaron paralizados.
Jules sintió un nudo en la garganta. ¿Estaba su padre a punto de perder los estribos y empezar una pelea? Aunque ya era mayor, el miedo al castigo de su infancia aún persistía en su mente.
—Jules, lleva a Corrine al coche y espérame —dijo Jayden, girándose ligeramente y apartándose para proteger a Corrine. Su rostro era impenetrable, pero su voz tenía un tono serio.
Corrine y Jules vieron su movimiento y miraron más allá de él. Divisaron un sedán negro aparcado cerca de la comisaría.
Las ventanas estaban tintadas, lo que impedía ver el interior, pero Corrine podía sentir que alguien los observaba.
Frunció el ceño y miró a su tío.
Tenía el rostro duro, los labios apretados y parecía muy nervioso. —Pórtate bien. Ve con Jules al coche y espérame.
Corrine asintió con la cabeza.
Justo antes de que pudieran alejarse, la puerta del sedán negro se abrió y una voz suave llamó: —Señor Ford.
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