El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1259
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Capítulo 1259:
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Su mirada permaneció firme, pero una lenta y peligrosa sonrisa se dibujó en sus labios.
—¿Me tomas por tonta?
Barry contuvo el aliento. Sus ojos parpadearon con inquietud.
Ella se inclinó ligeramente hacia atrás, con voz tranquila pero cortante. —Hace años, cuando tus padres murieron repentinamente, tú aún eras joven. No podías proteger tu enorme herencia. Frustrado, llevaste a tus parientes a los tribunales con la esperanza de recuperar lo que era tuyo.
Inclinó la cabeza. —Pero la ley no lo vio así, ¿verdad? El fallo fue claro. No tenías ningún derecho. Cuando tus padres fallecieron, sus bienes pasaron legalmente a tus abuelos, sus parientes más cercanos. Como eras menor de edad, ellos también se convirtieron en tus tutores legales, responsables de administrar tu parte de los bienes. Y cuando ellos murieron, la herencia pasó naturalmente a sus hijos.
Los ojos de Corrine se volvieron fríos. «Por muy amargado que te sientas, la ley es la ley. Perdiste, no por culpa de Jayden, sino porque así es como funciona el sistema. No tienes a nadie a quien culpar más que a la realidad».
Anoche, tras una larga conversación con Jayden, Corrine se dio cuenta de que su favoritismo hacia Barry provenía de un profundo sentimiento de culpa.
Jayden siempre se había enorgullecido de su imparcialidad. Nunca había dejado que las emociones nublaran su juicio. A pesar de la lástima que sentía por Barry, había gestionado el caso de la herencia de sus padres de acuerdo con la ley.
Pero al volver a ver a Barry después de tantos años, sintió la necesidad de compensarlo.
Buscar venganza por agravios del pasado no era nada nuevo.
Sin embargo, Barry había ascendido en la escala política y se había labrado una sólida reputación. ¿Realmente valía la pena tirarlo todo por la borda por rencores del pasado?
Era obvio que no estaba diciendo la verdad.
Barry se quitó las gafas, con una sonrisa burlona en los labios. —Parece que has atado cabos.
—Solo los que tú querías que atara. Corrine lo miró a los ojos, girando distraídamente la grabadora en su mano. —Dime, ¿quién mueve los hilos? ¿El subdirector que fue trasladado hace seis meses? ¿Brannon Stevens, tu antiguo mentor? ¿O tal vez alguien más cercano, la mujer en la que has confiado durante años?
Los ojos de Barry se agrandaron en el momento en que Corrine nombró a esas tres personas.
Era mucho más difícil de leer de lo que había esperado.
Había dado por sentado que sería fácil de manejar. No podía estar más equivocado.
—Barry, cuando te capturé, no hice ningún esfuerzo por mantenerlo en secreto. Sin embargo, han pasado doce horas y nadie ha venido a buscarte. ¿Qué te dice eso? ¿De verdad no tienes ni idea? —Corrine arqueó una ceja, con la mirada aguda y gélida.
Barry bajó la mirada, ocultando la inquietud que se apoderaba de él. Ya sabía la respuesta. Para ellos, ya no tenía ningún valor.
Y cuando eso ocurría, solo había un resultado posible.
—Te lo prometo: di la verdad y me aseguraré de que sigas con vida.
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