El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1252
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Capítulo 1252:
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Los labios de Nate esbozaron una leve sonrisa. Su mano la sujetaba con firmeza, su tacto era tranquilizador mientras la guiaba hacia delante.
Jules, que iba detrás, soltó un suspiro exagerado y puso los ojos en blanco.
Estos dos nunca perdían la oportunidad de mostrar su afecto.
Mientras avanzaban por el pasillo, las letras en negrita de las paredes llamaron su atención. Cada cartel que pasaban hacía que sus expresiones se volvieran más serias.
Subieron las escaleras, con sus pasos resonando en el silencioso edificio. En lo alto, dos miembros del personal esperaban cerca de una puerta cerrada.
Nate se inclinó hacia Corrine y le susurró: «Todo está listo. Entra, yo me quedo aquí».
Ella lo miró, con los ojos llenos de pensamientos no expresados.
Con una suave risa, él le acarició la cabeza con la mano. Su voz era amable, pero firme. «Entra».
Ante un gesto de asentimiento de uno de los empleados, la puerta se abrió. Sin dudarlo, Corrine y Jules entraron.
Cuando desaparecieron, Nate se metió una mano en el bolsillo y se volvió hacia la ventana. Su mirada se posó en Matías. Con aire despreocupado, preguntó: —¿Has llegado al fondo del asunto?
Matías dudó antes de responder: —Hemos confirmado que alguien tiene en el punto de mira al señor Ford, pero…
Nate le lanzó una mirada de reojo, sin dejar lugar a dudas. —Dilo.
Matías apretó los labios, dio un paso hacia adelante y le susurró al oído a Nate: —Señor, según nuestras investigaciones, el Sr. Ford no es el verdadero objetivo. Es la Srta. Holland, y la familia Ford detrás de ella.
La expresión de Nate se ensombreció en un instante. Su mirada se volvió fría, afilada como una navaja, mientras estudiaba a Matías.
Sin decir una palabra, apartó la mirada y la posó en la puerta cerrada que tenía delante.
El interior de la habitación estaba aún más vacío de lo que Corrine y Jules esperaban. Aparte de una cama sencilla, solo había una mesa y una silla. Las ventanas estaban selladas y el aire era denso, casi sofocante.
Jayden estaba sentado en la silla, de espaldas a la entrada. Tenía la mirada fija en la noche que se veía a través de la ventana, perdido en sus pensamientos.
Al oír pasos que se acercaban, no se volvió. Su voz se mantuvo firme. —Ya te lo he dicho: no voy a confesar algo que no he hecho. Pregúntamelo cien veces y mi respuesta no cambiará.
A pesar de su situación, su presencia imponente seguía intacta.
Cuando nadie respondió, se produjo un largo silencio entre ellos. Frunció el ceño. Algo no cuadraba.
Finalmente se volvió y se quedó paralizado al ver a Corrine y Jules. La calma desapareció de su rostro en un instante. Se puso de pie de un salto, con la voz tensa por la sorpresa. «¿Qué hacen aquí?».
Su presencia era lo último que esperaba.
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