El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1247
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Capítulo 1247:
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«Esta vez no te lo echaré en cara, pero no te acerques a mí otra vez. Se está haciendo tarde, así que me voy».
Cuando se dispuso a marcharse, Corrine soltó una suave risa. «¿Te he dado permiso para irte?», preguntó.
Su voz era informal, pero había un tono frío en ella que le puso los pelos de punta.
El corazón de Barry dio un vuelco.
En ese momento, no pudo negarlo: nunca antes había sentido tanto miedo hacia una mujer.
Se dio la vuelta y volvió a mirarla.
En ese instante, sus ojos se encontraron con los de ella, agudos y depredadores, como los de un cazador que ha fijado su mirada en su presa. Una ola de terror lo invadió.
Su respiración se entrecortó, como si una fuerza invisible le hubiera agarrado la garganta, dejándolo sin habla.
Corrine dejó escapar un suave suspiro, con frustración en su voz. —No soy la única que no ve la codicia de la gente. Mi tío tampoco la veía. ¿Cómo si no podría haber confiado en un traidor como tú? Trabajaste con otros para tenderle una trampa. Si lo hubiéramos sabido, habría sido mejor tener un perro. ¿No crees?
El rostro de Barry se transformó por la conmoción. Sentía como si le estuvieran aplastando el corazón.
Se dio cuenta de que Corrine sabía más de lo que dejaba entrever.
Sus manos, que colgaban flácidas a los lados, se cerraron en puños, pero permaneció en silencio.
El silencio se prolongó. Un sudor frío le corrió por la espalda, empapándole la camisa.
Corrine continuó con voz firme. —En su día fuiste alumno de la familia Ford. Siempre has sido callado y educado. Mi tío confiaba en ti. No te habría tenido cerca si no fuera así. Sin embargo, te aprovechaste de esa confianza para robarle el sello y falsificar su firma. Tienes mucho descaro.
Las palabras de Corrine hicieron que Barry perdiera finalmente la compostura.
En ese momento, su mente se llenó de innumerables pensamientos, pero lo único que pudo decir fue: «Yo… yo no…».
No entendía cómo Corrine sabía cosas que él creía haber ocultado tan bien, que ni siquiera el equipo de investigación había podido descubrir. De repente, la mujer que tenía delante le pareció un depredador que fingía ser inofensivo. Casi podía ver cómo se le caía la máscara, lista para destrozarlo.
La idea lo golpeó como una descarga y, sin pensarlo, corrió hacia la puerta. Pero tan pronto como la abrió, se encontró con Saul y un grupo de hombres musculosos que lo miraban con ira.
Entonces supo que no había salida.
—Drogando, disfrazando, falsificando firmas, esquivando la vigilancia y engañando a todo el mundo. Esa astucia es impresionante —dijo Corrine, levantándose lentamente.
—¿Sabes por qué te he traído aquí hoy?
Barry permaneció en silencio, con el cuerpo rígido y la mirada cautelosa.
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