El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1232
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Capítulo 1232:
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Se despidió de Corrine con la mano y empezó a alejarse.
—Conduce con cuidado —le gritó Corrine.
Jules no se volvió. —De acuerdo.
Se metió en su coche y Corrine siguió a Mandy hasta el suyo.
Lo que Corrine no sabía era que Jules estaba sentado en silencio en su coche, fumando, sin ninguna prisa por marcharse.
La niña que una vez se aferraba a él había crecido tan rápido. Cada año, por estas fechas, él siempre estaba al lado de Corrine, pero ahora parecía que ella ya no lo necesitaba. Sintió una punzada agridulce de nostalgia en el pecho.
Mientras tanto, Corrine estaba sentada en el coche, mirando pasar el mundo. Preguntó con indiferencia: «¿Adónde vamos?».
Mandy la miró por el espejo retrovisor. —El señor Hopkins está en el centro de entretenimiento.
Corrine arqueó una ceja. ¿Podría ser una coincidencia? Había planeado ir allí con Jules.
Treinta minutos más tarde, el coche se detuvo a la entrada del centro de entretenimiento. Corrine salió, siguió al personal al interior y pronto se encontró en la galería de tiro.
El lugar estaba muy iluminado y rápidamente vio a Nate recostado en el sofá de la zona de descanso. Como de costumbre, llevaba un elegante traje negro y tenía las piernas cruzadas con elegancia. La luz resaltaba sus rasgos afilados, haciendo que su rostro fuera aún más atractivo.
Corrine miró a su alrededor y se dio cuenta de que eran los únicos allí. Justo cuando estaba pensando en ello, Nate se levantó y se dirigió hacia ella. Percibió un ligero olor a cerveza y arqueó una ceja. —¿Has estado bebiendo?
Corrine asintió. —He tomado una cerveza con Jules.
Su mirada se desvió hacia el campo de tiro. —¿Por qué me has traído aquí?
—¿Te apetece jugar unas partidas? —preguntó Nate con una leve sonrisa en los labios.
Corrine levantó la vista, con una chispa de curiosidad en los ojos. —¿Cómo se juega?
—Tú eliges —dijo Nate con tono relajado.
Corrine lo pensó un momento. —Al mejor de tres. Si pierdes, me das ese cuadro tan valioso que tienes en tu estudio.
Nate arqueó una ceja y esbozó una sonrisa juguetona. —¿Y si pierdes tú?
Corrine parpadeó, desconcertada. —¿Qué quieres?
—Que me prometas una cosa.
Una vez establecidas las condiciones, la actitud despreocupada de Corrine cambió. Ahora parecía concentrada y decidida a ganar ese cuadro.
Cargó la pistola y disparó. Sus movimientos eran fluidos, casi sin esfuerzo, como si lo hubiera hecho mil veces.
Mandy, que observaba desde cerca, no pudo evitar preguntarse: «¿No se supone que Corrine es una rica mimada? ¿Cómo ha llegado a ser tan hábil en esto?».
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