El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1229
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1229:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
¿Podría haber sido Jonathan quien envió la medicina?
Pero ¿cómo sabía que la necesitaba?
Su enfermedad había sido un misterio, incluso después de que la familia Ford gastara una fortuna consultando a los mejores médicos de todo el mundo.
¿Cómo había podido Jonathan averiguar su enfermedad y cómo había conseguido encontrar un remedio tan rápido?
La mente de Corrine se llenó de infinitas posibilidades, pero ninguna tenía sentido. Se recostó en el asiento y se quedó pensativa durante un largo rato. Finalmente, abrió la puerta del coche y salió.
Siguiendo las indicaciones que le había dado Jules, pronto encontró la tumba de su madre.
Delante de la lápida había un ramo de tulipanes blancos, las flores favoritas de Kiley cuando estaba viva.
Corrine se apresuró a comprobar los tulipanes y vio que estaban muy frescos.
Era evidente que quien los había dejado se había marchado hacía poco.
Pero Corrine llevaba bastante tiempo en la entrada del cementerio y la única persona que había visto cerca era Jonathan.
Sus pensamientos volvieron a las palabras de Jonathan sobre honrar a un familiar cercano.
¿Había venido Jonathan a honrar a su madre?
Un familiar cercano…
¿Podría Jonathan estar emparentado con su madre?
Corrine se quedó allí, perdida en sus pensamientos, mirando la foto de la mujer en la lápida. Dejó escapar un profundo suspiro. «Sinceramente, te guardo mucho rencor».
Durante años, había luchado por comprender por qué su madre, que nunca la había querido, había decidido traerla al mundo.
Y después de hacerlo, ¿por qué la había abandonado quitándose la vida?
Los recuerdos del rostro de su madre se habían desvanecido hacía mucho tiempo, pero aún recordaba vagamente momentos en los que su madre le enseñaba a tocar el piano, a bailar y a pintar.
Aunque esos recuerdos eran cálidos y hermosos, no podían borrar la imagen de Kiley, fría y sin vida ante ella.
Ya fuera por la nostalgia de esa conexión perdida o por el paso del tiempo que suavizó su amargura, Corrine se sentó lentamente frente a la lápida, perdida en los recuerdos de cuando jugaba junto a su madre cuando era niña.
Pasaron las horas y, antes de darse cuenta, era mediodía.
Corrine se levantó del suelo frío y se dirigió hacia los escalones.
De repente, recordó algo, se volvió hacia la lápida y le habló a la foto de Kiley. «He conocido a un hombre llamado Nate Hopkins. Si todo sale bien, lo traeré a verte el año que viene».
Mientras se alejaba, su teléfono sonó inesperadamente.
.
.
.