El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1222
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1222:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Le pasó la foto a Carl, quien también dijo que se parecía un poco.
Corrine recuperó su teléfono en silencio.
Ya se había dado cuenta antes: tanto Carl como Jayden parecían extrañamente reacios incluso a mirar la foto.
Quizás la foto les traía recuerdos de alguien o algo, lo que les hacía sentir incómodos y les llevaba a descartarla rápidamente.
Parecía que resolver este misterio iba a ser más complicado de lo que había pensado.
Después de cenar, Corrine y Jules se dirigieron a la sala de juegos para jugar a la videoconsola.
—¿De dónde sacaste esa foto? —preguntó Jules al terminar una partida, abriendo una botella de cerveza y dándosela a Corrine.
Corrine tomó la cerveza. —¿Crees que la persona de la foto es mi madre?
—¿No es obvio? —respondió Jules—. ¿No viste la reacción de mi padre? Estaba mintiendo descaradamente.
Corrine no dijo nada, pero no pudo evitar estar de acuerdo con él.
No conseguía entender qué intentaban ocultar Jayden y Carl. «En realidad, creo…», dudó un segundo y añadió: «Creo que mi madre podría haber ido al Continente Independiente».
Jules se quedó desconcertado, pero rápidamente negó con la cabeza. —Eso es imposible. El Continente Independiente tiene normas muy estrictas. No se puede ir allí a menos que te inviten.
Por eso el Continente Independiente siempre había sido tan misterioso.
—Eso es lo que no entiendo —dijo Corrine con frustración en la voz mientras terminaba su cerveza—. Olvídalo. —Se levantó para marcharse.
—¿Adónde vas? —preguntó Jules, sorprendido.
Corrine lo miró sin comprender. —A dormir, claro. Esta noche estaba decidida a dormir bien.
Después de lavarse en su habitación, se metió en la cama.
Pero, a pesar de estar agotada, tanto física como mentalmente, no conseguía conciliar el sueño.
Sabía que echaba de menos el contacto de Nate.
Corrine se dio la vuelta, se tumbó boca arriba y se quedó mirando al techo mientras un suave suspiro se escapaba de sus labios.
Era inquietante lo rápido que se podían arraigar los hábitos.
En solo unos días, se había vuelto tan dependiente.
En ese momento, su teléfono vibró sobre la mesa.
Corrine se dio la vuelta y lo cogió. Su rostro se iluminó al leer un mensaje de Nate.
Se quedó mirando el avatar de Nate, con la mirada ligeramente desenfocada.
Al principio, su avatar de WhatsApp era un cuadrado negro sólido.
Luego, un día, un pequeño punto de luz atravesó esa oscuridad.
Aunque era minúsculo, brillaba intensamente contra el sombrío fondo.
.
.
.