El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 122
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Capítulo 122:
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Las mejillas de Corrine se sonrojaron, con una mezcla de vergüenza e irritación burbujeando en su interior, mientras le daba ligeros golpecitos en el pecho.
«¡Nate!»
Normalmente sereno y comedido, la intensidad de Nate rozaba ahora la temeridad, algo a lo que ella no estaba acostumbrada.
¿Había estado juzgándole mal todo el tiempo, sus emociones pasadas influyendo en sus percepciones?
Corrine frunció el ceño, consciente de lo cerca que estaban, de que sus alientos se entremezclaban, de que el momento estaba al borde de algo innegable.
«Si no contestas, lo tomaré como un sí», dijo Nate, con la voz baja, burlona, pero con un deje de seriedad.
Antes de que pudiera reaccionar, Nate acortó distancias y la besó profundamente. Su brazo alrededor de ella se tensó, atrayéndola completamente contra él. Su moderación se desvaneció por completo cuando se trató de ella.
La voz de su abuelo resonó en su mente, una advertencia que había oído toda su vida: la belleza podía ser tan peligrosa como un depredador, capaz de doblegar incluso la voluntad más fuerte. Su abuelo le había aconsejado que nunca se dejara llevar por esos deseos, pero ahora la advertencia no era más que un pensamiento lejano, ahogado por la abrumadora necesidad de poseerla.
Corrine se ablandó lentamente en sus brazos, su resistencia se desvaneció mientras respondía instintivamente a él, con la mente nublada por la intensidad del beso.
El aire entre ellos se espesaba, cada segundo la atraía más hacia él, haciéndole más difícil concentrarse.
Entonces, el agudo trino del timbre de un teléfono rompió la tensión.
El sonido familiar devolvió a Corrine a la realidad. Una oleada de energía la recorrió mientras apartaba a Nate, se arreglaba la ropa y cogía el móvil.
«¿No estás en la oficina?»
La voz tranquila y firme de Jayden crepitaba a través del teléfono, pero había una presión subyacente en su tono que hacía que Corrine se sintiera culpable.
Ella exhaló despacio, templando los nervios, y contestó con fingida calma: «Tío Jayden, me ha surgido algo inesperado».
Nate, sentado de nuevo en el sillón de mimbre, la observaba en silencio, con expresión ilegible. Sus ojos parpadeaban con algo, una emoción que ocultó rápidamente. Casi se olvidó del otro problema que se avecinaba.
Después de colgar el teléfono, el corazón de Corrine se aceleró como si la hubieran pillado in fraganti comiéndose a escondidas una golosina prohibida.
Exhaló lentamente, tratando de serenarse, y volvió la mirada hacia Nate, que estaba sentado en el sillón de mimbre con su habitual compostura imperturbable. La mano izquierda de Nate descansaba despreocupadamente sobre su rodilla, mientras que la derecha sostenía una taza de café. El ángulo agudo de su mandíbula le daba un aire de frialdad sin esfuerzo, como si fuera impermeable al caos del mundo que le rodeaba.
Pero lo que realmente llamó la atención de Corrine fue la tenue marca de carmín que tenía en la comisura de los labios, signo revelador de su anterior beso. Sus mejillas se sonrojaron cuando el recuerdo se repitió vívidamente en su mente. El beso, aún fresco en sus pensamientos, hizo que una oleada de calor se apoderara de su rostro. Tartamudeó: «Voy a volver a mi habitación».
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