El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 119
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 119:
🍙🍙🍙🍙🍙
«Creo que es una elección que se hace sin tener en cuenta el coste», respondió ella, con voz firme, aunque la verdad en sus palabras vacilaba como un delicado hilo.
«Sí… y no», murmuró Nate, con un tono grave y pensativo. Le levantó suavemente la barbilla con el dedo, obligándola a mirarle.
«El amor soy yo superando todos los obstáculos para hacerte feliz», dijo, con su voz de promesa aterciopelada.
«Es mi dedicación inquebrantable a ser tu faro en la oscuridad, tu constante, tu compañero más devoto».
Corrine se sintió atraída por la profundidad de sus ojos, de los que irradiaba una calidez que le oprimió el corazón, haciéndolo latir con fuerza en su pecho. Sus dedos se crisparon y su respiración se entrecortó al susurrar: «Nate…».
Antes de que ella pudiera continuar, él se inclinó hacia ella y la besó de una forma muy distinta a las anteriores: feroz, envolvente, sin dejarle espacio para respirar.
Sus pestañas se agitaron presa del pánico cuando el botiquín se le escapó de las manos y cayó al suelo.
Ella luchó contra él, sus palmas empujando contra su pecho, pero era como una brisa intentando mover una montaña.
Nate la abrazó aún más fuerte, robándole el aliento con la intensidad del beso, sus labios exigentes, sin dejarle espacio para pensar, sólo para sentir.
Poco a poco, su resistencia se derrumbó, su cuerpo se rindió a él mientras sus brazos se enroscaban alrededor de su cuello, acercándose más. Sus mejillas se sonrojaron por el esfuerzo de respirar y el corazón se le aceleró en el pecho.
Justo cuando a ella le daba vueltas la cabeza por falta de aire, Nate se apartó por fin, rozando sus labios por última vez antes de detenerse, aunque no sin cierta reticencia. Contempló su rostro enrojecido y su expresión se suavizó en una sonrisa que hablaba de calidez y anhelo.
«Corrine», dijo suavemente, su voz casi un susurro.
«¿Por qué no eres mi novia?»
No hubo grandes declaraciones ni palabras floridas, sólo una pregunta sencilla y sincera.
«¿Por qué no eres mi novia?»
En ese momento, Corrine sintió una inesperada oleada de calidez y sinceridad, como el sol abriéndose paso a través de un cielo tormentoso.
Se preguntaba si habría alguien más en el mundo, aparte de Nate, que la aceptara de verdad, que la apreciara por lo que era.
¿Alguien más te diría: «Hazlo a tu manera. Pase lo que pase, te cubriré las espaldas»?
¿Habría alguien más que dijera: «Es mi inquebrantable dedicación a ser tu faro en la oscuridad, tu constante, tu más devota compañera»? Nunca se inmutó ante su distanciamiento, su corazón reservado. Incluso cuando ella se armaba de defensas, rebosante de hostilidad, él siempre mantenía los brazos abiertos, esperándola.
«Me cuesta seguir tu ritmo», confesó Corrine, con la voz teñida de incertidumbre.
La mirada de Nate se suavizó, su tono suave pero insistente.
«Entonces dime, ¿a qué ritmo debería ser?»
.
.
.