El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1183
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Capítulo 1183:
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Una prueba para ver si Nate abandonaría a la familia Quinn por una mujer.
—Señorita Quinn… ¿De verdad no está enfadada con esa mujer, Corrine? —se atrevió a preguntar la asistente, arrepintiéndose de las palabras en cuanto salieron de su boca.
El silencio de Elva era más inquietante que la ira.
Cada vez más nerviosa, la asistente la miró por el espejo retrovisor. Su voz, vacilante, siguió adelante con cautela. —Con la posición de Nate… ¿quién en el Continente Independiente podría ser más adecuada para él que usted? El matrimonio fue arreglado por su abuela y Ralph. Sin embargo, Nate hace caso omiso de su posición y trae a una mujer desconocida, desafiándola abiertamente a usted y a su abuela.
—¿Ha terminado? —La voz de Elva era suave, engañosamente suave.
Un escalofrío recorrió la espalda de la asistente.
Tragó saliva y asintió con rigidez. —Sí… sí, he terminado.
Los labios de Elva esbozaron una leve sonrisa, desprovista de calidez. —Puede decirme estas cosas —dijo con voz mesurada—, pero si alguien ajeno las oye… no me culpe por ser despiadada.
La asistente contuvo el aliento. —Entendido.
Elva se recostó, apoyando la cabeza en la mano, con la mirada fija en el horizonte lejano, donde el cielo besaba el mar. Sin embargo, sus ojos no mostraban ningún rastro de serenidad, solo un brillo frío y calculador.
La familia Quinn no era como la familia Liam. Sus hijas se comportaban con dignidad, no se lanzaban a los hombres. A diferencia de Rosalie, que perseguía descaradamente el afecto, Elva nunca se rebajaría a tal desesperación.
Y, sin embargo, por mucho que se comportara, la gente seguía relacionando su nombre con el de Nate. En todo el Continente Independiente, ¿quién más podía estar a su altura?
La alianza matrimonial entre las familias Quinn y Hopkins no era una mera posibilidad, era el destino, grabado en piedra mucho antes de que Corrine entrara en escena.
Los halagos y los chismes estaban por debajo de ella. Nunca se molestó en defenderse de ellos.
Pero ahora, con Nate presumiendo de Corrine, esos rumores habían tomado una nueva forma, una que escapaba a su control.
Un hombre enamorado era algo peligroso, irracional y ciego. Actuar ahora solo haría que se aferrara más a Corrine.
Así que se tragó su orgullo y decidió aguantar.
Después de todo, la paciencia era un arma en sí misma. Esperaría a que la pasión de Nate se apagara y Corrine se convirtiera en agua pasada. Esperaría a que la familia Hopkins se cansara del escándalo y apartara a la mujer.
Y no estaba sola en este juego de espera. Ralph, astuto y calculador como siempre, seguramente no se quedaría de brazos cruzados y dejaría que Nate arruinara el futuro de la familia por un capricho pasajero.
Por ahora, Elva necesitaba tantear el terreno, ver hasta dónde llegaba esta aventura.
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