El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1182
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Capítulo 1182:
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Tras una breve pausa, ofreció una cálida explicación. —Nos conocimos en Moonlight Plaza y pensé que a la señorita Holland le gustaría el jade. Así que elegí esto para ella.
El salón se vio envuelto en un silencio incómodo, con el aire cargado de tensión. Aunque todos lo sentían, nadie se atrevía a romper el silencio.
Elva era una mujer, pero las mujeres de la familia Quinn no eran delicadas flores, sino que estaban forjadas en acero y ambición.
Elva, en particular, llevaba la influencia de la matriarca Quinn como un legado, elegida para continuar con el legado familiar.
La región había estado revolucionada con la noticia de su compromiso con Nate, una historia tan difundida que se había convertido casi en un evangelio. Incluso Moses y Zack, los fieles compañeros de Nate, casi se lo habían creído.
De lo contrario, no se habrían quedado tan atónitos al descubrir que Nate estaba con Corrine.
En retrospectiva, los rumores sobre Nate y Elva parecían menos una coincidencia y más una cuidadosa puesta en escena de Elva.
Ahora, su extravagante regalo, una pulsera ofrecida a Corrine, parecía más una serpiente envuelta en seda que un gesto de buena voluntad.
Después de todo, Elva era famosa no solo por su belleza, sino también por su lengua afilada y su corazón astuto.
Lógicamente, debería haber recibido a Nate y Corrine con furia, no con bendiciones. Su benevolencia parecía fuera de lugar, como un lobo ofreciendo refugio a un cordero.
Mientras la sala hervía de especulaciones, Nate finalmente habló, con una voz tan indiferente como la brisa invernal. —Agradezco tu amabilidad.
Elva exhaló, un suspiro tan sutil que apenas agitó el aire.
Si Nate se hubiera negado, el dolor de la humillación habría sido insoportable.
—Ya que está aclarado, por favor, continúen con su conversación. Tengo otros asuntos que atender —dijo Elva con suavidad, poniéndose de pie.
Mientras se marchaba, la voz de Herbert flotó detrás de ella. «¿Cuándo volverás después de irte de aquí?».
Antes de que Nate pudiera responder, Moses intervino con una sonrisa burlona: «¿Qué prisa tienes? ¿Temes perderte la invitación a la boda?».
Elva no oyó la respuesta de Nate. Salió del Grand Palace con expresión tranquila.
La puerta del coche se cerró con un ruido sordo. Su asistente, incapaz de contenerse, habló. —Señorita Quinn, ese brazalete era de primera calidad. ¿No es un desperdicio regalarlo así?
Elva se miró las uñas cuidadas, con una voz tan pulida como su apariencia. —Es solo un brazalete, cumplió su función.
—Pero está claro que no lo apreciaron. —El asistente frunció el ceño.
Si Nate realmente la valorara, no habría guardado silencio durante tanto tiempo.
Elva levantó la mirada, fría y calculadora. —Eso no importa.
El regalo no era un gesto de amabilidad, era un cebo, lanzado a aguas tranquilas para ver qué salía a la superficie. Una prueba.
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