El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1181
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Capítulo 1181:
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Sin embargo, por más que intentara mantener la compostura, no podía reprimir el sabor amargo que le subía por la garganta. Le revolvió las entrañas, ácido y crudo.
En todo el Continente Independiente, Nate no tenía rival. Nadie, ni siquiera Moses, Zack o Herbert, podía rivalizar con su estatus.
¿Y en cuanto a su aspecto? Ningún hombre de la región podía compararse con él. Sus admiradoras eran innumerables. Los rumores siempre lo rodeaban, pero eso no impedía que una interminable fila de mujeres ansiosas por llamar su atención se formara a su alrededor.
Cuando Rosalie veía a esas chicas mimadas e influyentes expulsadas de la esfera de influencia de Nate como si fueran simples insignificancias, solo sentía desprecio.
Sus familias eran prestigiosas, sin duda, pero aún así estaban muy por debajo del imponente linaje de Nate.
Un hombre como él, que había nacido en la cima del poder, nunca se dejaría llevar fácilmente por el afecto.
Era un gobernante por naturaleza, alguien cuya mirada rara vez descendía por debajo de su propia estatura. Para él, el amor no era más que un concepto frágil y efímero. O eso creía ella.
Verlo dejar que Corrine durmiera en su regazo con tanta naturalidad hizo que algo se rompiera dentro de ella.
Su gentileza, su paciencia… todo era para Corrine, y solo para ella. La amaba de verdad.
Darse cuenta de eso fue como un jarro de agua fría para Rosalie, que la dejó con una mezcla repugnante de celos, envidia y frustración obstinada.
Pero ¿qué podía hacer?
Conocía demasiado bien a Nate. Una vez que entregaba su corazón, era imposible recuperar ni una pizca de su atención. Para el resto del mundo, seguiría siendo distante, indiferente. ¿Y para ella? Ni siquiera una mirada.
Perdida en su confusión, Rosalie apenas notó el discreto empujón de Zack.
Parpadeando, se volvió hacia él.
—¿En qué estás pensando? —le preguntó él, estudiándola.
—Nada —respondió ella, esbozando una sonrisa forzada y bajando la mirada para ocultar la confusión que la embargaba.
Desde el otro lado de la sala, Elva había observado toda la escena con una sonrisa fría.
Parecía que ninguna mujer, por muy serena que fuera, era inmune a Nate.
Volvió a posar la mirada en él. —He oído que se va a marchar pronto con la señorita Holland. Como es la primera vez que nos vemos, no he tenido mucho tiempo para prepararme, pero espero que le guste.
Elva asintió levemente a su asistente, quien se adelantó y le entregó una delicada caja adornada con intrincados grabados florales.
Nate apenas le echó un vistazo antes de abrirla.
En su interior había una exquisita pulsera de jade, de color intenso y claridad impecable. Sin embargo, su mirada permaneció inexpresiva, indescifrable.
Elva lo observó con atención, buscando cualquier signo de reacción, pero no hubo ninguno.
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