El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1179
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Capítulo 1179:
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Estaba claro que Corrine tenía una forma de mantenerlo a raya.
Suspirando, abrieron silenciosamente las puertas del coche y salieron.
Para su sorpresa, se encontraron cara a cara con Moses.
Los ojos de Moses se posaron en Saul y Mandy, con una sonrisa burlona en los labios. —¿Qué pasa en el coche? ¿Nate está tan cachondo? ¿No debería esperar al menos al momento adecuado?
Luego se acercó y estaba a punto de golpear la ventanilla del coche. Antes de que pudiera hacerlo, la ventanilla se bajó lentamente, dejando al descubierto los rasgos afilados de Nate.
Nate permaneció en silencio, pero su mirada era como una navaja helada.
Moses vaciló bajo esa mirada fría e implacable, y un escalofrío le recorrió la espalda.
Esbozó una sonrisa incómoda y agitó la mano nerviosamente. —Nate…
La frialdad de la expresión de Nate no se derritió. Sus rasgos afilados, tallados en hielo, permanecieron fijos en Moses.
Justo cuando Moses pensaba que estaba perdido, un suave murmullo rompió el tenso silencio.
—¿Ya llegamos? —Corrine se despertó, parpadeando mientras recuperaba la conciencia—. ¿Por qué no me despertaste?
Aún desorientada, giró la cabeza y se fijó en el grupo que se había reunido fuera del coche—. ¿Por qué está todo el mundo aquí? ¿Ha pasado algo?
A varios metros de distancia, sus ojos se cruzaron accidentalmente con los de Rosalie. En ese fugaz instante, Corrine captó el sutil brillo en su expresión, una mezcla de celos y envidia que se arremolinaban como aceite sobre el agua.
Sin embargo, la verdadera hostilidad no provenía de ella. Irradiaba de la mujer que estaba junto a Rosalie.
Elva Quinn. La heredera de la prestigiosa familia Quinn.
Corrine había oído rumores sobre la belleza de Elva, pero verla en persona era algo completamente diferente. Los rumores no eran exagerados.
Vestida con un llamativo vestido rojo que se ceñía a su silueta con natural elegancia, Elva desprendía un aire de refinada nobleza. Su largo y liso cabello estaba peinado a la perfección, adornado con una exquisita horquilla, un toque de elegancia que no hacía sino realzar su presencia regia.
El rojo era un color que pocas podían llevar sin verse eclipsadas por su intensidad. Sin embargo, en Elva no resultaba excesivo, sino que era una extensión de su propia esencia, que la hacía parecer tan imponente como una reina entrando en su corte.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Corrine, suave pero con un sutil desafío.
—Han organizado un banquete de despedida antes de nuestra partida —murmuró Nate, distraídamente pasando los dedos por el cabello de ella, con una ternura casi imperceptible en su profunda voz—. No tienes que ir si no quieres.
Corrine arqueó una ceja. —¿Y por qué no iba a ir?
Además, aunque decidiera no asistir, ¿acaso Elva la dejaría salir tan fácilmente? Por supuesto que no.
Los rumores llevaban mucho tiempo pintando a Elva como la mujer destinada a casarse con Nate. Era solo cuestión de tiempo que sus caminos se cruzaran.
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