El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1170
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Capítulo 1170:
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Se dirigió al cuarto de baño y se dio un baño caliente. El agua, que la envolvía como seda suave, alivió su cuerpo dolorido.
Mientras Corrine chapoteaba sin rumbo fijo, se fijó en las marcas de su piel y reflexionó sobre lo aterrador que podía llegar a ser un hombre cuando se acostumbraba al placer. Esperaba que el baño la relajara, pero, en cambio, solo sirvió para aumentar su cansancio.
Le costó mucho elegir qué ponerse, ya que su debilidad en la cintura la hacía tambalearse y agarrarse al joyero para mantener el equilibrio. De repente, cayó en un fuerte y cálido abrazo.
—¿No deberías tener más cuidado a tu edad? —bromeó Nate, rodeándola con un brazo por la cintura.
Su comentario juguetón encendió una chispa de ira en Corrine. Levantó la vista y su aspecto renovado no hizo más que intensificar su enfado.
¿No entendía el motivo de su angustia?
Impulsivamente, Corrine le tiró la ropa a Nate. —¿Por qué no fuiste más delicado anoche? —exclamó.
—Intenté ser delicado —respondió Nate, captando su mirada cautivadora y sonriendo suavemente mientras su nuez se movía ligeramente.
Atrajo a Corrine hacia sí y le dio un beso suave en los labios—. ¿No fue todo perfecto anoche? ¿No lo disfrutaste? —Su voz era profunda, insinuando intimidad.
—¡Cállate! —le espetó Corrine con una mirada feroz.
A este paso, Nate la agotaría por completo.
Al notar su puchero, la expresión de Nate se suavizó con diversión. —¿Necesitas comer algo para recuperar energías? —preguntó.
—¿Tú qué crees? —Corrine esbozó una sonrisa sarcástica.
Soltó un bufido exasperado y le dio la espalda a Nate, sin ganas de continuar la conversación.
No se había dado cuenta antes de lo travieso que era. Era plenamente consciente de por qué estaba tan agotada, pero parecía divertirse con su situación.
Al percibir su irritación, Nate supo que no debía tentar más a la suerte.
Sus ojos se llenaron de ternura y afecto mientras tomaba a Corrine en sus brazos con delicadeza.
—¿Qué estás haciendo? —Los ojos de Corrine se abrieron con pánico—. Tu herida aún no ha sanado. ¿Y si la empeoras?
La sonrisa de Nate se amplió. —Es solo una herida leve.
Desde niño había ignorado numerosas lesiones, tratándolas con ligereza a menos que fueran graves.
Nadie se había preocupado nunca tanto por su bienestar como ella.
Corrine se sentó en el comedor, frotándose la cintura dolorida.
Sus movimientos irradiaban una elegancia inconfundible mientras saboreaba la comida con gracia.
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