El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1168
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Capítulo 1168:
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Bajo la tenue luz, ella estaba allí de pie, con el pelo hasta las orejas y una goma elástica de colores vivos alrededor de la muñeca.
Sus ojos grandes y expresivos asomaban por debajo del flequillo, con una belleza que parecía abarcar el mundo entero.
Parecía un ciervo que se había adentrado en un campo de batalla: perdido, vulnerable, completamente fuera de lugar.
Nate nunca había sido de los que actuaban por sentimentalismo u ofrecían amabilidad sin motivo.
Nunca había podido controlarla, pero ella siempre había tenido poder sobre él.
El acuerdo matrimonial rondaba los pensamientos de Corrine, despertando una vez más su curiosidad.
—Entonces, ¿tienes alguna idea de por qué se acordó que nos casáramos?
—No —admitió Nate—. Aparte de mi abuela, dudo que nadie más conozca la verdadera razón.
Ralph siempre se había opuesto firmemente al acuerdo.
Así que, cuando Nate propuso viajar a Lyhaton para anularlo, Ralph fue el primero en apoyar la idea.
—¿Qué tal si visitamos a tu abuela cuando volvamos a Lyhaton? —preguntó Corrine.
Cuanto más evitaban la verdad, más decidida estaba ella a descubrirla.
La renuencia de Carl a hablar del acuerdo solo alimentaba su determinación por comprender sus orígenes.
Nate se dio cuenta de sus intenciones. —Tendrás que esforzarte un poco para conseguirlo.
—¿Por qué…? —La pregunta de Corrine se interrumpió al ver la mano de Nate vagando por su cuerpo. Irritada, la apartó de un manotazo—. ¿Qué estás haciendo?
En lugar de responder, Nate se inclinó y le dio un beso en los labios, deslizando los dedos bajo la tela de su ropa. Una intensidad ardiente brilló en sus ojos.
—No te resistas, o podrías empeorar mi lesión.
Corrine se quedó atónita por un momento. Nunca había imaginado que su preocupación por su bienestar se convertiría en una excusa para traspasar los límites.
—Estás herido. ¿No deberías tomártelo con calma?
—Las heridas no interfieren con las funciones básicas.
—Pero… la cena estará lista en breve.
—Solo estoy abriendo el apetito.
Corrine no supo qué responder.
¡Todas sus palabras eran excusas!
Sin embargo, a pesar de sí misma, se rindió al calor de su tacto.
Nate le dio un beso en la frente, con la voz ronca por la pasión. —Corrine… —murmuró, atrayéndola hacia él en un torbellino de ternura.
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