El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1165
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Capítulo 1165:
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El aire estaba salpicado de gemidos agonizantes y gritos desesperados. En ese momento, Corrine se enfrentó a una cruda realidad. No había héroes en este mundo y, a pesar de sus habilidades, ella tampoco estaba destinada a serlo.
«No te preocupes. Estoy aquí», le susurró al oído la voz tranquilizadora del hombre. Intentó concentrarse en el rostro que había detrás de la voz, pero solo pudo distinguir unos rasgos vagos enmarcados por esos ojos profundos e insondables.
De repente, el sueño volvió al túnel donde se habían desarrollado los acontecimientos de la noche.
Un camión cisterna avanzaba como una bestia desenfrenada mientras el coche de Nate corría hacia él. Corrine corrió frenéticamente para intervenir, pero la carretera se extendía sin fin ante ella y la distancia parecía insuperable.
Cuando los vehículos chocaron, las llamas se elevaron hacia el cielo.
El resplandor se reflejó en sus ojos, dejándola preguntándose si era el fuego o su angustia lo que teñía su visión de rojo.
Corrine apenas podía ver a Nate a través de las implacables llamas. Solo podía mirar con horror cómo parecía ser engullido por el infierno.
Corrine abrió los ojos de golpe al sentir sangre goteando a sus pies.
El rostro de Nate estaba a pocos centímetros del suyo, y su aroma fresco llenaba el aire. Exhaló aliviada y se secó el sudor frío de la frente.
Solo había sido una pesadilla.
Gracias a Dios que solo era un sueño.
Miró a Nate, que dormía plácidamente a su lado.
Su expresión, normalmente severa, se había suavizado, y sus rasgos refinados destacaban incluso en la penumbra.
Movida por un impulso tierno, Corrine le trazó las cejas y los ojos con la yema de los dedos. Cuando sus dedos rozaron sus finos labios, se inclinó hacia él y lo besó. El beso fue suave y fugaz.
Cuando Corrine empezó a apartarse, Nate abrió los ojos y la rodeó con el brazo por la cintura, atrayéndola hacia sí.
Sus rostros estaban a pocos centímetros de distancia, sus alientos se mezclaban.
Tomada por sorpresa, Corrine lo miró a los ojos oscuros con sorpresa. —¿Cuándo te has despertado? —preguntó.
—Tu beso me despertó —respondió Nate, con su voz grave teñida de un ligero tono ronco que provocó un sutil estremecimiento en el corazón de Corrine.
Un rubor se extendió por las mejillas de Corrine.
Le había robado un beso y la había pillado in fraganti.
No podía haber nada más embarazoso.
Aclaró la garganta para ocultar sus emociones y preguntó con indiferencia: —¿Te duele la herida?
Los ojos oscuros de Nate permanecieron fijos en ella mientras sus dedos le acariciaban suavemente la frente.
—¿Estás preocupada? —preguntó él.
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