El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1146
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1146:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Ralph, testigo del espectáculo, permaneció inquietantemente estoico, aunque un aura gélida se extendía a su alrededor como una ventisca que amenazaba con consumir la habitación. «¡Andrómaca, suéltala!». Su voz, profunda y autoritaria, atravesó el caos como una espada atraviesa la seda.
Pero cegada por su propia ira, Andrómaca no hizo caso de la advertencia y, en cambio, apretó más fuerte, con una expresión que era una danza macabra de odio y locura. «Si intentas arruinarme, Corrine —siseó—, ¡entonces pudriéndonos juntas en el infierno!».
Los espectadores intercambiaron miradas cómplices, al darse cuenta de que Andrómaca había firmado su propia sentencia de muerte.
Boom.
De repente, un disparo rompió el aire y una lluvia de sangre brotó del hombro de Andrómaca.
La multitud retrocedió conmocionada, con los ojos fijos en el origen del disparo: Nate estaba de pie en la puerta, con una expresión fría e inflexible como la piedra.
El dolor abrasador obligó a Andrómaca a soltar su presa, agarrándose el hombro sangrante mientras se tambaleaba hacia atrás.
Nate se movió en un instante, agarrándola por el cuello, con la furia irradiando como una tormenta. Susurró con frialdad: «¡Cómo te atreves a poner un dedo en mi futura esposa! ¿Quieres morir?».
Su tono era engañosamente tranquilo, cada palabra impregnada de la promesa de una venganza implacable.
El público permaneció paralizado, comprendiendo la verdad tácita: Nate abandonaría a su familia sin pensarlo dos veces si eso significaba alcanzar sus objetivos.
En sus manos, Andrómaca estaba indefensa, con los ojos llenos de miedo mientras giraba el cuello para buscar la mirada de Ralph.
Sus labios se movieron en silencio, suplicando: «Padre, ayúdame…».
Ralph, con el ceño fruncido, luchó por mantener la compostura antes de dar un paso adelante y dirigirse a Nate con firmeza mesurada. —Suéltala.
Sin embargo, Nate permaneció impasible, apretando el cuello de Andrómaca con fuerza, como si fuera una soga que se tensaba.
Su mirada se posó en Ralph, arqueando una ceja con un destello de desafío en los ojos, una declaración sin palabras de que el niño que una vez se apoyó en la influencia de su abuelo hacía tiempo que había desaparecido.
La multitud se dio cuenta de ello como del lento e inevitable amanecer: provocar a Nate acarrearía un castigo mucho más despiadado que el destino que le esperaba a Andrómaca.
Si era capaz de tratar a su propia sangre con tal desdén, ¿qué posibilidades tenían los demás frente a su ira?
Entre los espectadores, Bryant sintió un escalofrío recorrerle la espalda al darse cuenta de la amarga verdad: Corrine era el talón de Aquiles de Nate, y cruzarse en su camino era buscar el desastre.
.
.
.