El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1145
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Capítulo 1145:
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La familia Hopkins no toleraba los fracasos, y Andrómaca, criada en un entorno tan despiadado, naturalmente sabía algunas técnicas de combate. Por su propio bien, no podía permitirse ser solo una cara bonita.
Corrine observaba la batalla entre Mandy y Andrómaca con gran atención, ofreciendo consejos ocasionales. «Su parte inferior es su punto débil».
Mandy lo captó inmediatamente y ajustó sus ataques para apuntar al punto vulnerable de Andrómaca.
A medida que la lucha se intensificaba, Corrine oyó el sonido frenético de pasos que se acercaban desde fuera.
Sin dudarlo, se levantó y se movió rápidamente para unirse a la batalla.
Antes de que Mandy pudiera comprender lo que estaba sucediendo, Corrine ya se había lanzado hacia delante, plantándose firmemente delante de Andrómaca.
—¡Señorita Holland! —gritó Mandy, con el pánico pintado en su rostro como una cierva asustada atrapada en la mirada de un peligro inminente.
¿Se había vuelto loca Corrine? En lugar de esquivar la amenaza, ¡se estaba lanzando de cabeza hacia sus fauces!
Andrómaca apenas pestañeó, malinterpretando la repentina aproximación de Corrine como un acto descarado de desafío.
Con un gruñido de desdén, se abalanzó sobre ella, rodeándole el cuello con los dedos como si fueran grilletes de hierro, y la estrelló contra la mesa. «¡Te mataré!», espetó con voz cargada de intención asesina.
El fuego de su rabia rugía con tanta fuerza que una mano parecía insuficiente para apagarlo. Apretó ambas manos alrededor del cuello de Corrine, decidida a aplastarle la vida.
De repente, la puerta se abrió de golpe con una fuerza que pareció sacudir las paredes, y el grito ahogado colectivo de los que se habían reunido fuera podría haber succionado el aire de la habitación.
Todos abrieron los ojos como platos al ver la escena: las manos de Andrómaca apretaban el cuello de Corrine, con una expresión de salvajismo grabada en su rostro a la vista de todos.
Esa misma mañana, en la reunión, Nate había anunciado la identidad de Corrine: su futura esposa. No era solo una declaración, sino una orden de que nadie se atreviera a cuestionar su estatus. De un solo golpe, había borrado los rumores venenosos y exigido un respeto inquebrantable hacia Corrine.
Pero ahora, la escena que se presentaba ante ellos era un desafío descarado a su advertencia, un desafío directo al hombre que tenía su destino en sus manos.
El rostro de Corrine se sonrojó, sus manos agarraron instintivamente las muñecas de Andrómaca, luchando por respirar mientras las lágrimas brillaban en el rabillo de sus ojos. Sus labios temblaron mientras pronunciaba una súplica temblorosa. —Andrómaca… No te guardo rencor… ¿Por qué… por qué quieres matarme?
Pero Andrómaca estaba fuera de sí, con los ojos encendidos por el odio y una retorcida euforia, ajena a los murmullos y susurros de la multitud que pintaban su perdición.
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