El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1141
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Capítulo 1141:
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Nate arqueó las cejas, con un brillo cómplice en los ojos. Fingió no darse cuenta de sus intenciones, con una mirada llena de afectuosa tolerancia. «Por supuesto».
Con un movimiento rápido, Corrine subió las escaleras, sus ojos recorriendo las habitaciones que se extendían ante ella: tres habitaciones a cada lado.
A la derecha, una habitación había sido transformada en un gimnasio de boxeo, mientras que dos habitaciones de invitados estaban vacías, esperando a ser utilizadas.
A la izquierda, las habitaciones parecían pertenecer a Nate: un estudio, una sala de actividades privada y el dormitorio principal.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Corrine al contemplar la distribución. Sabía lo que quería. Sin dudarlo, señaló a la derecha. —Esta noche dormiré aquí.
Nate, que la había seguido por las escaleras, sonrió con complicidad ante su elección. —¿Estás segura? ¿No te arrepentirás?
—¿Arrepentirme? ¿De qué me voy a arrepentir? —Corrine, ajena al significado oculto de sus palabras, respondió con sencillez.
La habitación, bañada por la luz, tranquila y apacible, era perfecta para alguien como ella, que tenía el sueño ligero y apreciaba la quietud.
Pero la voz profunda y rica de Nate llegó hasta ella. —Esta es mi habitación.
La revelación la golpeó como una ráfaga de viento.
Se había considerado cautelosa, pero parecía que había caído directamente en una trampa.
—Entonces dormiré al otro lado del pasillo —murmuró Corrine, volviéndose hacia el dormitorio principal, mientras su mente reprendía a Nate por sus artimañas.
El dormitorio principal era amplio e impecable, ¿por qué había elegido quedarse en la habitación de invitados?
Justo cuando estaba a punto de entrar, sintió una presión repentina en la cintura.
Los brazos de Nate la rodearon, atrayéndola hacia su pecho cálido y firme. —¿De verdad me tienes miedo? —Su voz se suavizó, como un suave tirón en las fibras de su corazón, que la hizo estremecerse.
Su aliento le rozaba el cuello, haciéndole erizar la piel y tensándole la garganta—. ¿Qué hay que temer?
—Si no tienes miedo, ¿por qué me evitas? —preguntó Nate, girándola suavemente para que lo mirara, con sus ojos oscuros buscando los de ella—. ¿No eres feliz conmigo?
La mente de Corrine se aceleró. Podía ver lo que había detrás de sus palabras. No importaba cómo respondiera, solo caería en sus trampas.
Se mordió el labio, sopesando cuidadosamente su respuesta, pero antes de que pudiera hablar, sonó el teléfono de Nate, interrumpiendo el momento.
Él miró el identificador de llamadas, con una expresión de fastidio en el rostro, y rechazó la llamada. Con un suspiro, volvió a hablar en tono suave. —Si estás cansada, ve a descansar a tu habitación. Nadie te molestará.
—De acuerdo —asintió Corrine rápidamente, con una mirada alentadora—. Ve. No dejes a todos esperando.
Nate le dedicó una sonrisa renuente, el peso de sus responsabilidades alejándolo, y salió de la habitación.
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