El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1140
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Capítulo 1140:
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Nate tomó suavemente la mano de Corrine, guiándola a través de la puerta de madera tallada con intrincados diseños y entrando en la casa aislada que parecía respirar un aire frío y antiguo.
El espacio parecía una reliquia, abandonada en un rincón olvidado del mundo, con su quietud resonando en el vacío.
La mirada de Corrine recorrió la habitación, deteniéndose en un cuadro colgado cerca de la entrada, un testigo silencioso del paso de los años.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, aunque sus ojos brillaban con una profundidad cómplice al encontrarse con los de Nate.
Recordó que el cuadro había alcanzado la asombrosa cifra de 3600 millones en una subasta, vendido a un comprador anónimo. En aquel momento, había creído que iría a parar a manos de un verdadero conocedor, pero allí estaba, simplemente adornando la pared, como si su valor se hubiera reducido a una mera decoración.
Ah, las maravillas de la riqueza, cómo podía convertir incluso los tesoros más raros en simples baratijas.
—¿Por qué me has traído aquí? —La voz de Corrine rompió el silencio, suave pero teñida de curiosidad.
Sintiendo el peso de su mirada, Nate se volvió hacia ella y sus ojos se encontraron en una conversación silenciosa. Sin decir una palabra, extendió la mano, le pasó los dedos por el pelo y la atrajo hacia sí para darle un beso tan poderoso y dominante como una tormenta que azota un mar en calma.
Su beso fue implacable, como si buscara grabarse en el alma de ella. Aunque habían compartido innumerables besos antes, Corrine se vio atrapada en la intensidad, luchando por mantener el equilibrio bajo la ola de su pasión. Era como si él quisiera reclamar cada centímetro de ella, hacerla parte de él.
El beso le robó el aliento y sus manos se aferraron instintivamente a los hombros de él, como un marinero agarrándose al último trozo de madera en un naufragio.
Su rendición suavizó el enfoque de él; su beso se volvió más tierno, pero no menos ferviente.
Cuando el beso finalmente terminó, Corrine se quedó jadeando, apoyada contra el pecho de él como si acabara de correr una maratón.
Los dedos de Nate se deslizaron suavemente por su espalda, mientras que con la otra mano le levantaba la barbilla para acercar su rostro al suyo. Su pulgar trazó el contorno de sus labios hinchados y le susurró al oído:
—Tu sabor es más exquisito que el de cualquier flor.
Así que ese era su plan desde el principio: traerla aquí con un pretexto para robarle otro beso.
—Hay unas aguas termales en las colinas de atrás. ¿Te apetece darte un baño esta noche? —sugirió Nate, hundiéndose en un sofá y haciendo bailar sus dedos sobre los delicados huesos de la mano de ella.
Corrine arqueó una ceja, sorprendida. —¿Nos quedamos aquí esta noche?
—Sí —respondió Nate con naturalidad, aunque en su tono se percibía un matiz de diversión.
Una chispa traviesa iluminó los ojos de Corrine. —¿Puedo elegir una habitación arriba?
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