El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 114
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 114:
🍙🍙🍙🍙🍙
Desesperada por liberarse, Corrine le mordió el labio sin vacilar. El dolor agudo lo sacó de su fervor, y el sabor metálico de la sangre permaneció entre ellos, atravesando la bruma.
Aprovechando el momento, lo empujó con todas sus fuerzas, retrocediendo a trompicones para escapar de la intensidad de su abrazo.
Sus ojos oscuros brillaban como ascuas fundidas, un vórtice hipnótico que amenazaba con tragársela entera.
Corrine apartó la mirada, con el pulso aún acelerado mientras su pecho subía y bajaba irregularmente.
«Así que este es tu aspecto cuando actúas como una niña mimada». La voz de Nate era grave y sensual, con un tono burlón que le produjo un escalofrío involuntario.
Las mejillas de Corrine ardieron de calor. Respiró hondo, se calzó rápidamente y lo empujó hacia atrás.
«Necesito un poco de aire fresco».
La mano de Nate salió disparada, agarrando con firmeza su muñeca, con la mirada firme y penetrante clavada en la de ella. Sus ojos, desprevenidos, contenían un innegable anhelo. Su voz era pausada y su nuez de Adán se hundía ligeramente al hablar.
«Corrine, no necesitas hacerte la fuerte conmigo. Mis sentimientos por ti no van a cambiar».
Un sutil temblor recorrió el pecho de Corrine.
Había pasado mucho tiempo con Bruce, un hombre que despreciaba la vulnerabilidad emocional. No le gustaban las mujeres demasiado sentimentales, lo que la empujaba a construir muros de resistencia, soportando todas las dificultades en silencio. Esa fachada de fortaleza se había convertido en una segunda naturaleza.
Pero Corrine no era de piedra. Ansiaba que la cuidaran cuando estaba enferma, que la consolaran cuando la agraviaban y momentos en los que pudiera bajar la guardia. Nate tenía una manera de abrir sus defensas, de tocar suavemente los rincones ocultos de su corazón sin esfuerzo.
Con una pequeña exhalación, se estabilizó y se encontró con la mirada inquebrantable de Nate. Una leve curva suavizó sus labios, sus profundos ojos brillaron débilmente con calidez, como si supiera el efecto que tenía en ella.
«Nate, ¿muestras este tipo de devoción con todas las mujeres?», preguntó, con voz ligera pero teñida de desafío.
Su respuesta fue firme y segura.
«Eres la primera mujer a la que he amado», dijo, con tono inflexible.
«Y serás el único».
El suave roce de sus dedos contra el lóbulo de su oreja fue tierno, un roce deliberado que la hizo estremecerse de calor.
Ella se puso rígida, incapaz de soportar por más tiempo la oleada de emoción, y le apartó la mano.
«Ya te he dicho que necesito aire fresco», repitió, esta vez con voz más firme.
Sin darle la oportunidad de responder, giró sobre sus talones y cruzó la puerta, dejándole allí de pie, solo.
Cuando Tanya vio a Corrine, su aguda mirada se posó inmediatamente en los labios ligeramente hinchados de Corrine. Una fugaz sonrisa de complicidad iluminó el rostro de Tanya, que la saludó respetuosamente.
.
.
.