El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1139
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Capítulo 1139:
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Andrómaca tomó las palabras de Corrine como una fanfarronada y soltó un bufido de fastidio. «¡No tengo tiempo para sentarme a tomar café contigo!».
Dicho esto, levantó la barbilla, se dio media vuelta y se marchó, con la mente ocupada en el enredado lío de su negocio de moneda virtual.
La plataforma de moneda virtual estaba pasando por problemas y ahora los reguladores le pisaban los talones. Si intervenían, las cosas podrían salirse de control.
Al ver a Andrómaca alejarse apresuradamente, Corrine no pudo evitar sonreír para sí misma. «Tiene tanta prisa que parece que se le están quemando los pantalones».
Después de todo, ¿cómo podría Andrómaca haber pasado por alto las sutiles insinuaciones en sus palabras?
Corrine había hecho una sugerencia y, como Andrómaca no la había captado, Corrine seguiría adelante con su plan sin dudarlo.
Dejó caer la flor de sus dedos y se dio la vuelta para marcharse, pero antes de dar un paso, una alta figura apareció ante ella.
El aroma fresco y amaderado del hombre sustituyó rápidamente la suave fragancia de la flor de manzano silvestre.
La voz profunda de Nate, suave y rica como las notas graves de un violonchelo, preguntó: «Dime, ¿quiénes son esos admiradores que dices tener?».
Corrine frunció el ceño.
No esperaba que Nate hubiera oído todo lo que le había dicho a Andrómaca para provocarla.
Al notar su silencio y el nerviosismo en su rostro, Nate se acercó, rodeó su cintura con un brazo y la atrajo hacia sí. —¿Por qué estás tan callada?
Mandy, que estaba cerca, apartó la mirada con prudencia y se escabulló silenciosamente hacia un rincón.
«Solo estaba bromeando», dijo Corrine, parpadeando inocentemente y mirándolo con expresión dulce.
Una sonrisa encantadora se dibujó en sus labios mientras cambiaba hábilmente de tema. —¿Qué te trae por aquí? ¿Has terminado de trabajar?
Sus ojos eran impresionantes, su brillo puro desprendía un aire de inocencia que pareció desarmar a Nate al instante.
Él extendió la mano, acariciándole suavemente la nuca, y se inclinó para besarla profundamente. —¿Por qué estás aquí?
—Las flores de manzano silvestre son muy bonitas —dijo Corrine, entregándole la rama que había recogido—. Huélelas.
Nate inhaló con cuidado, con una sonrisa en los ojos. —He olido algo aún más seductor.
—¿Hay más manzanos silvestres por aquí? —preguntó Corrine, con curiosidad, mientras oteaba los alrededores.
Nate le tomó la mano con delicadeza. —Ven conmigo.
Caminaron por un sendero tranquilo que serpenteaba a través de un bosquecillo hasta que el estrecho camino se abrió.
Delante de ellos apareció un edificio aislado de tres pisos con un patio. Fuera del patio se extendía un camino empedrado con guijarros, junto al cual fluía un pequeño arroyo.
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