El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1112
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Capítulo 1112:
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Corrine lo miró a los ojos, sin vacilar. «No estoy segura de poder confiar en ti para esto».
Moses se quedó paralizado, sin palabras. No era fácil que dudaran de él tan abiertamente, le dolía.
Claro, se hacía el tonto, siempre despreocupado y alegre, pero cuando realmente importaba, nunca fallaba.
Era evidente que tenía que corregir la imagen descuidada que había cultivado en la mente de Corrine.
Cuando ella lo apartó, su orgullo se encendió.
Contuvo su frustración y volvió a intervenir. «Corrine, déjame hacerlo».
Corrine frunció el ceño, con las palabras en la punta de la lengua, pero antes de que pudiera hablar, Nate se acercó.
Tomó la mano de Corrine con delicadeza. —A veces, tenemos que dejar que los demás encuentren su momento para ser héroes.
Dicho esto, la rodeó con un brazo por la cintura y la llevó a un lugar más tranquilo.
En cuanto se alejaron, Moses se abalanzó hacia delante, con la mirada fija en la bomba que Karina llevaba atada.
Un destello indescifrable cruzó sus ojos, pero cuando miró a Karina, su familiar sonrisa despreocupada volvió a aparecer. —¿Tienes miedo?
La mirada de Karina se posó en el pequeño lunar cerca de su ojo. Asintió con la cabeza y luego la sacudió rápidamente.
Tragando saliva, reunió el poco valor que le quedaba. —Puedes desactivarla. Confío en ti.
Su voz temblaba, pero sus ojos se mantuvieron firmes, desesperados por parecer valientes.
—Qué tonta eres. —La expresión de Moses se suavizó y su voz se tiñó de tranquilidad mientras le acariciaba la cabeza—. No te preocupes. Te mantendré a salvo.
Karina asintió solemnemente.
Zack se apresuró a acercarse y le entregó una caja de herramientas a Moses.
La cuenta atrás llegó a dos minutos.
El tiempo se le escapaba entre los dedos como la arena de un reloj de arena. Los dedos de Moses trabajaban con rapidez, sus ojos escudriñaban los cables con una concentración extrema. Gotas de sudor se formaron en su frente y le resbalaron por la frente, mojándole el flequillo.
Cada segundo se alargaba insoportablemente, pero, paradójicamente, el tiempo se escapaba demasiado rápido. Quedaba un minuto.
Karina miró fijamente la cuenta atrás, con las manos apretadas en puños temblorosos a la espalda.
—Moses, vete. —Lo miró, con los ojos revelando un atisbo de renuencia—. No pasa nada. No te culparé.
Moses no respondió. En cambio, levantó la mirada y la miró a los ojos durante un breve pero profundo instante.
Luego, sin dudarlo, cortó el cable amarillo.
El mundo contuvo la respiración. Un silencio sepulcral cayó sobre ellos, cargado de temor. La cuenta atrás se detuvo. Un suspiro de alivio colectivo recorrió el grupo.
Karina exhaló temblorosamente, con los ojos llenos de lágrimas una vez más. Se volvió hacia Moses, con la gratitud brillando a través de la humedad de sus ojos. Pero antes de que pudiera decir nada, la expresión de él cambió.
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