El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1111
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1111:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Moses y Zack llegaron un poco tarde a la escena. Pasaron con indiferencia junto a los hombres de negro sometidos y se unieron a Nate y Corrine.
Corrine seguía abrazada con fuerza a Nate, con la cara acurrucada en su pecho.
—Apenas puedo respirar… —murmuró, luchando ligeramente. Su voz tenía un tono juguetón y suave.
Nate respiró hondo para calmarse antes de aflojar su abrazo suavemente. Sus ojos se posaron en ella, conteniendo el impulso de besarla mientras la colocaba detrás de él. Luego enderezó la espalda y se acercó a Darrion.
Sin dudarlo, le propinó una fuerte patada en el pecho. Darrion salió disparado más de tres metros y se estrelló contra la rueda de un coche. El impacto le hizo toser repetidamente, con sabor a sangre en la boca.
—¿No podías quedarte tranquilamente en tu silla de ruedas? —se burló Moses, mirando a Darrion con desdén—. ¿Cómo te atreves a aparecer en ese estado tan patético?
Mientras tanto, Darrion estaba sacudido por la tos, con la cara enrojecida. Se agarró el pecho con dolor e intentó levantarse con una mano, pero volvió a caer al suelo. Lo único que podía hacer era lanzar una mirada venenosa a Moses.
Al ver el estado de debilidad de Darrion, Moses se burló y lo pisoteó con absoluto desprecio.
Este acto fue totalmente humillante para Darrion. Apretó los puños y clavó en Moses una mirada llena de furia, que finalmente se posó en Nate.
Los ojos de Moses parpadearon con sorpresa cuando vio a Karina acechando en las sombras. Frunció ligeramente el ceño. —¿Qué haces aquí?
—Yo… —La voz de Karina temblaba, cruda por la emoción. Las lágrimas caían en cascada por sus mejillas, incontrolables e implacables, como si un dique hubiera finalmente reventado.
Las emociones reprimidas se derramaron en un torrente.
Moses nunca supo cómo manejar las lágrimas de una mujer, le ponían incómodo, como si estuviera sobre hielo fino.
Mientras observaba a Karina sollozar como una niña perdida, su corazón se encogió, como si una mano invisible le apretara el pecho. Instintivamente, dio un paso adelante.
—¡Atrás! —Karina retrocedió asustada—. ¡Llevo explosivos atados al cuerpo!
—Lo sé —dijo Moisés con voz tranquila y resignada mientras avanzaba con paso firme y deliberado—. Lo veo claramente. Era imposible no ver los explosivos. Peor aún, el temporizador parpadeaba sin piedad: tres minutos para la detonación.
—¿Quién ha hecho esto? —La voz de Moisés se volvió baja y peligrosa mientras examinaba el laberinto de cables. Sus ojos se oscurecieron, presagiando una tormenta.
Karina no dijo nada, pero sus ojos, llenos de amargura, se posaron en Darrion.
Moses siguió su mirada y su expresión se endureció. Dejó escapar un juramento entre dientes.
—Déjame encargarme de esto —dijo Corrine con calma, acercándose a Moses.
Moses parpadeó sorprendido. Cuando vio que Corrine se arremangaba, dijo rápidamente: —No hace falta. Yo me encargo.
.
.
.