El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 111
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 111:
🍙🍙🍙🍙🍙
«Si no es urgente, dile que no necesita reunirse conmigo».
Natasha asintió enérgicamente y salió del despacho.
En cuanto se cerró la puerta, Corrine se encorvó sobre el escritorio, respirando entrecortadamente a medida que se intensificaba el dolor. Su otra mano se cerró en un puño y sus uñas se clavaron en la palma.
Después de lo que pareció una eternidad, el dolor empezó a remitir. Lentamente, se enderezó y exhaló un suspiro tembloroso. Se sirvió un vaso de agua tibia y se lo llevó a los labios. El suave calor la aliviaba un poco con cada sorbo.
Al principio, Corrine lo descartó como su dolor de estómago habitual, pensando que un poco de agua caliente y un poco de descanso aliviarían el malestar. Sin embargo, al final del día, el dolor se hizo más intenso, agudo e insistente, lo que le hizo preguntarse si se trataba de algo mucho peor.
Su teléfono zumbó sobre el escritorio justo cuando se doblaba sobre sí misma, con los dientes apretados contra la agonía. Se obligó a cogerlo, pero otra oleada de dolor la atravesó, como una cuchilla retorciéndose en lo más profundo de su abdomen.
Lanzó un fuerte grito ahogado cuando sus rodillas cedieron y cayó al suelo. El teléfono se le resbaló de las manos y cayó estrepitosamente contra el duro suelo.
«Corrine…» La voz de Nate se filtró a través del teléfono, fría pero impregnada de una calidez innegable, su tono familiar suavizando el frío agudo que parecía llenar la habitación.
Acurrucada en el suelo, Corrine se llevó las manos al estómago y su cuerpo tembló mientras luchaba contra el dolor. Con una respiración agitada, intentó serenarse lo suficiente para responder.
«N-Nate…» Su voz se quebró bajo el peso del dolor.
No supo si él la oyó antes de que la llamada terminara bruscamente, la línea cortándose como un salvavidas que se escapa entre sus dedos.
Desesperada, intentó llamar a emergencias, pero sus manos temblaban incontrolablemente y su agarre vacilaba a medida que el dolor difuminaba los bordes de su conciencia.
A través de la bruma, registró vagamente el sonido de la puerta al abrirse de golpe. La voz frenética de Natasha atravesó la niebla mientras se arrodillaba a su lado.
«Señorita Holland… ¡Corrine!»
Corrine se obligó a abrir los ojos y vio fugazmente la cara de pánico de Natasha. Una débil sonrisa se dibujó en sus labios mientras intentaba tranquilizarla.
«Estoy… bien…»
Apenas se le escaparon las palabras antes de que su visión se volviera negra y cayera en el olvido.
«¡Corrine!» La voz que la llamaba era firme, pero tenía un leve temblor, lo bastante familiar como para hacerla perder la conciencia.
En algún recoveco de su mente, pensó que debía de estar soñando con Nate. ¿Cómo si no podía oír su voz con tanta claridad? ¿Cómo, si no, podía sentir que sus brazos la abrazaban, fuertes y firmes, como si la anclaran a la realidad?
El tenue aroma de la tierra fresca se aferraba a él, conectándola a tierra incluso cuando la oscuridad amenazaba con tragársela entera.
Las pestañas de Corrine se agitaron débilmente, en un vano intento de levantar el pesado velo de oscuridad que cubría su visión. Por más que lo intentaba, su cuerpo se negaba a obedecer y la arrastraba hacia un abismo de sueño sin sueños.
.
.
.