El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1104
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Capítulo 1104:
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Al oír sus palabras, Corrine se giró instintivamente para mirar atrás. Nate seguía de pie en la puerta, inmóvil. Aunque la distancia entre ellos aumentaba, podía percibir claramente la preocupación grabada en su expresión.
Exhaló suavemente y esbozó una leve sonrisa cómplice. Desde que habían llegado, Nate había estado constantemente nervioso, siempre atento, siempre anticipando una amenaza invisible.
Cuando el vehículo desapareció en la distancia, la expresión de Nate se volvió fría. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y entró en la casa, dirigiéndose directamente a la sala de conferencias.
Mientras tanto, Vulture y Hawk recogieron apresuradamente su equipo, preparándose para partir. Justo cuando estaban a punto de marcharse, una llamada de Corrine los hizo detenerse. Hawk, con una brizna de hierba entre los dientes, contempló la luz del sol que se desvanecía y murmuró: «Es curioso. Antes de conocerla, no me importaba mucho. Pero después de conocerla, de repente no tengo ganas de irme».
Los recuerdos afloraron: los momentos que habían sobrevivido juntos pesaban inesperadamente en su mente.
—Ahora que sabemos dónde está, no volverá a escaparse —comentó Vulture, mirando la hora en su teléfono—. Con el rastreador de Lone Ranger, aunque desaparezca del mapa, podré encontrarla.
Mientras hablaba, apareció un nuevo mensaje de Lone Ranger en su pantalla. Al tocar la imagen adjunta, Vulture amplió la foto.
Era un perfil borroso. A pesar de la distorsión, el parecido era innegable: era Corrine.
O más bien… una mujer que se parecía inquietantemente a ella.
—¿Quién es? —murmuró Buitre, entrecerrando los ojos.
—Déjame ver —dijo Halcón, escupiendo la hierba y acercándose para estudiar la imagen—. Es Corrine, ¿verdad?
Un segundo después, frunció el ceño. —Espera, no. Se parece, pero no es ella. ¿Quién demonios es?
—¿Y yo qué sé? —le espetó Vulture con una mirada exasperada, ya pensando en preguntárselo a Corrine en cuanto llegara. Echó otro vistazo al reloj y frunció el ceño. Ya llegaba tarde. —Ya debería haber llegado —murmuró.
—Tranquilo. Las mujeres siempre tienen mil cosas que hacer antes de salir —dijo Hawk estirándose perezosamente.
Pero pasaron veinte minutos y Corrine seguía sin aparecer. Una inquietud persistente se apoderó de Vulture.
Corrine no era de las que incumplían sus promesas. Si había dicho que los acompañaría, estaría allí, a menos que hubiera pasado algo.
Sin perder un segundo más, Vulture sacó su teléfono y marcó su número. La llamada se conectó, pero en lugar de su voz, se escuchó un mensaje mecánico: «Lo sentimos, el número al que ha llamado no está disponible en este momento…».
Mientras Vulture asimilaba esas palabras, una sensación de inquietud lo invadió. «Llama a Corrine. ¡Ahora mismo!».
Hawk percibió la tensión en el rostro de Vulture. Su habitual actitud despreocupada desapareció. Sin dudarlo, cogió su teléfono y marcó el número de Corrine.
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