El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1096
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Capítulo 1096:
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Herbert arqueó una ceja y dirigió su atención al reloj con el que Moses jugaba distraídamente. Su expresión se ensombreció ligeramente. —¿Desde cuándo tienes tan mal gusto?
—Es una edición limitada —dijo Zack con aire significativo.
Mientras hablaban, Corrine y Nate entraron en el jardín. Durante toda la conversación, Corrine había permanecido en silencio, más como observadora que como participante. Tenía la mirada baja, indiferente a la conversación.
En ese momento, Presley se acercó, se inclinó y le susurró algo a Nate. —Señor, noticias de la casa de los Hopkins. Han organizado una cena familiar y han invitado específicamente a usted y a la señorita Holland.
Al oír esas palabras, se produjo un sutil cambio en el grupo. Todas las miradas se dirigieron hacia Nate. Este mantuvo la mirada impasible y respondió con secedad.
Una vez que Presley se marchó, Moses fue el primero en romper el silencio. —Nate, no estarás pensando en llevar a Corrine allí, ¿verdad? La finca de la familia Hopkins no era solo una casa ancestral, era un campo de batalla envuelto en seda y etiqueta. Esa supuesta cena familiar no era más que una trampa bien tendida. Por muy capaz que fuera Corrine, entrar en esa guarida prematuramente era un riesgo que no podían permitirse.
En la casa de los Hopkins, las amenazas no se eliminaban de raíz, sino que se desmantelaban pieza a pieza, en silencio y de forma metódica.
Corrine, que había estado callada todo este tiempo, habló de repente. —¿Y por qué no deberíamos ir?
Enderezó la postura y un destello de interés brilló en sus ojos. —Es la oportunidad perfecta para darme a conocer.
Un pesado silencio se apoderó del grupo. Una mirada de desdén cruzó el rostro de Herbert.
Imprudente. Esa era la única palabra que le venía a la mente. Corrine no solo estaba entrando en la boca del lobo, sino que prácticamente estaba agitando una bandera roja delante de él.
La familia Hopkins no era una casa de nobles, sino una corte de depredadores. Entrar allí sin una estrategia era poco menos que un deseo de muerte.
—Corrine, escucha… —comenzó Moses, con voz baja y cautelosa. Pero Nate lo interrumpió, con un tono que no admitía réplica. —Si quieres ir, iremos. Yo me encargaré de lo que sea.
Moses contuvo un gemido y se tragó su protesta. ¡Maldita sea! ¡Ambos habían perdido la cabeza! Las palabras le ardían en la garganta, pero la mano de Zack sobre su brazo lo detuvo. No tenía sentido discutir. Conocían demasiado bien a Nate. Una vez que se le metía algo en la cabeza, ninguna fuerza en la tierra podía hacerle cambiar de opinión.
Treinta minutos más tarde, Corrine reapareció vestida para matar, pero no como cabría esperar. Llevaba un traje de dos piezas a rayas, entallado a la perfección, que le ceñía la cintura. Los pantalones negros de pierna ancha fluían con cada paso, logrando un delicado equilibrio entre elegancia y autoridad.
Su largo y sedoso cabello estaba recogido con cuidado, con algunos mechones deliberadamente sueltos que enmarcaban su rostro como las pinceladas finales de un artista.
—Lista para irnos —anunció al salir del vestidor, irradiando una tranquila confianza.
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