El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1087
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Capítulo 1087:
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«¿Cómo quieres resolver esta apuesta exactamente?», preguntó ella.
La sonrisa de Jax se amplió ligeramente. «Naturalmente, apostaremos piedras de jade». Apostar por el jade era la prueba definitiva de habilidad y nervios. Era tan impredecible como emocionante. Todo dependía del conocimiento y el instinto del jugador: un movimiento en falso y una roca sin valor podía costar una fortuna. Solo aquellos con verdadera experiencia se atrevían a jugar a este juego. Al fin y al cabo, apostar por piedras era un negocio peligroso. No todo el mundo tenía el valor necesario para arriesgarlo todo y marcharse con las manos vacías.
—Tu prometida parece estar en un aprieto —comentó Herbert, siempre provocador. Arqueó una ceja, con una mirada divertida en los ojos—. Ese viejo zorro de Jax no tiene vergüenza, persiguiendo a una mujer joven a su edad.
Nate lo miró, con el rostro impasible. —¿Crees que perderá?
Herbert sonrió con aire burlón. —¿Tú crees que ganará?
No dudaba de las habilidades de Corrine, pero Jax era un rival a tener en cuenta. Jax no solo era rico, sino que había amasado su fortuna. La familia Foster había hecho una fortuna con las antigüedades antes de dedicarse al jade. Controlaban algunas de las minas de jade más valiosas, y eso no era casualidad. Jax tenía una habilidad extraordinaria para detectar las mejores piedras antes que nadie.
Herbert no estaba convencido de que el éxito anterior de Corrine con el Cristal Rosy Dawn fuera más que suerte.
En ese momento, uno de los ayudantes de Herbert se acercó y dijo respetuosamente: —Señor, la gente de abajo ha empezado a hacer apuestas.
Herbert sacudió la ceniza de su cigarrillo antes de apagarlo. Habló con indolencia. —¿Cómo son las apuestas?
El asistente dudó, mirando de reojo a Nate antes de bajar la mirada. —Las probabilidades son de diez a uno contra la señorita Holland. Jax tiene dos a uno. El mensaje era claro: casi todo el mundo estaba convencido de que Corrine perdería.
Herbert no se sorprendió. Sonrió y se volvió hacia Nate. —¿Por qué no nos unimos a la diversión?
—Yo apuesto por Corrine —dijo Nate.
Herbert se emocionó al instante. Se avecinaba una noche muy lucrativa. Sus ojos brillaron mientras se volvía rápidamente hacia su asistente. —¡Date prisa, apuesta por Jax!
Su tono apresurado delataba su urgencia: no estaba dispuesto a arriesgarse a que Nate cambiara de opinión.
La multitud zumbaba con expectación y, sin dudarlo, se montó una mesa de apuestas justo delante de Corrine. Ella permaneció imperturbable, respirando profunda y constantemente.
Justo cuando estaba a punto de aceptar el reto, los dedos de Mandy le rodearon la muñeca con un apretón firme y cauteloso. —Señorita Holland, el jefe sigue esperándola.
Sus palabras fueron mesuradas, pero sus ojos transmitían una advertencia tácita, instando a Corrine a pensárselo dos veces antes de tomar una decisión precipitada. Mandy nunca había apostado antes y no conocía bien las complejidades del negocio. Sin embargo, lo que sí entendía era que la suerte jugaba un papel mucho más importante que la habilidad.
Si la experiencia por sí sola garantizara el éxito, no se llamaría juego. Los verdaderos motivos de Jax seguían sin estar claros, pero una cosa era segura: nunca se marchaba sin ganar.
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