El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1072
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Capítulo 1072:
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Corrine abrió los ojos, sorprendida.
Nunca había visto a Nate así: despiadado, brutal, como si hubiera salido directamente del infierno.
Por un instante, se olvidó de moverse. Fue entonces cuando se dio cuenta de que otro enemigo se acercaba sigilosamente por detrás.
Sin perder el ritmo, giró la muñeca y lanzó un cuchillo corto. Este se clavó profundamente en la muñeca del atacante.
Un grito ahogado salió de sus labios y sintió un gran alivio. Entonces, sintió el frío acero contra su sien. —¿La quieres viva? Entonces no intentes nada estúpido —gruñó una voz baja y amenazante desde atrás. Todo el campo de batalla quedó en silencio.
Lo que antes era un ejército de unos sesenta hombres se había reducido a una docena. El resto yacía esparcido por el suelo, sin vida o inconsciente.
En medio de la carnicería, Nate se erguía rodeado de cadáveres.
Su mirada se oscureció y sus ojos brillaron con algo letal.
No muy lejos, Saul y Mandy, con la ropa arrugada, contemplaban a Corrine a punta de pistola. Una sensación nauseabunda se apoderó de ellos.
—¿Qué demonios hacemos ahora? —murmuraron ambos, intercambiando una mirada cargada de tensión. Casi instintivamente, se volvieron hacia Nate.
—No estás precisamente en tu mejor momento, ¿verdad? —comentó él, con la mirada fija en Corrine.
Era capaz de acabar con ocho enemigos a la vez y, sin embargo, allí estaba, capturada con tanta facilidad.
Corrine esbozó una sonrisa burlona. —Incluso los profesionales tienen días malos.
Antes de que las palabras salieran completamente de su boca, se movió. Un giro brusco, rápido y sin esfuerzo.
El hombre que la sujetaba apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el dolor explotara en su muñeca.
El arma que había estado presionada contra su sien ahora apuntaba directamente a él.
—¿Ves? —dijo Corrine con suavidad—. Un pequeño desliz, pero lo aproveché. Yo diría que es un intercambio justo.
El hombre había estado escondido en las sombras, esperando el momento perfecto. Siempre había sabido que Corrine era hábil, pero ese nivel de precisión lo tomó por sorpresa. Su velocidad era algo completamente diferente. El frío contacto del cañón del arma contra su sien lo hizo tensarse. Sus ojos se posaron en el dedo de ella, que descansaba ligeramente sobre el gatillo, y sintió un nudo en el estómago.
Nate se acercó, con expresión impenetrable. Sacó un pañuelo y le limpió con cuidado la sangre de las manos.
—¿No dijiste que no correrías riesgos imprudentes? —preguntó con voz tranquila pero firme.
—Sin riesgo, no hay recompensa. —En cuanto pronunció las palabras, un disparo sordo resonó en el aire. Un agujero limpio apareció en la frente del hombre y su cuerpo se desplomó al suelo.
Corrine apenas reaccionó. Bajó la mirada con la intención de ver más de cerca. Pero antes de que pudiera, su visión se nubló. Entonces, todo se volvió negro.
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