El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1037
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Capítulo 1037:
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Moses se rió entre dientes. —¿Te sientes generoso hoy, eh?
—¿Generoso? ¿No creerás que os he hecho esperar a propósito? —Herbert sonrió burlonamente a Moses.
Moses soltó una risita. —Una leyenda como tú se merece una entrada triunfal.
Herbert sonrió. —Vaya, qué halagador.
Se deslizó en el asiento junto a Nate, pero sus ojos se posaron en el hombre que seguía de pie junto a la puerta. —Doug, ¿por qué te quedas ahí parado? Doug Burton se sobresaltó ligeramente, como si volviera al presente. Pero su mirada permaneció fija en Corrine, estudiando su rostro como si intentara recordar algo.
—Juraría que he visto a esta señora en alguna parte. —Durante un segundo, la sala se quedó en silencio.
Zack cogió con calma la cafetera y se sirvió una taza mientras se movía lo justo para tapar la vista a Doug—. Vaya, qué frase tan ingeniosa —comentó.
Nate rodeó con el brazo la cintura de Corrine, en un gesto silencioso e inequívoco. Su voz era fría y deliberada—. Corrine Holland. Mi prometida». Las pupilas de Doug se contrajeron durante una fracción de segundo. Se recuperó rápidamente, disimulando su sorpresa mientras daba un paso adelante y le ofrecía la mano para estrechársela. «Encantado de conocerla. Me llamo Doug Burton».
Corrine dudó un instante antes de estrecharle la mano. «Encantada de conocerle». Cuando empezó a retirarla, Doug la apretó con fuerza de repente.
Ella frunció el ceño y una mirada fría se apoderó de ella.
El aire cambió y la tensión se apoderó del lugar.
Doug tenía una reputación: pulido, controlado, siempre consciente de su lugar. Nunca se excedía.
Sin embargo, allí estaba, delante de Nate, precisamente, tentando descaradamente a la suerte.
¿Se había vuelto loco Doug?
Los ojos de Nate se oscurecieron y fijó la mirada en la mano de Doug que sostenía la de Corrine.
Nate no dijo nada. Su expresión apenas cambió. Pero la forma en que miraba a Doug lo dejaba claro: ya había imaginado cien formas de romperle la mano.
Doug, ajeno a ello o imprudente, siguió adelante. —Señorita Holland, ¿nos conocemos?
Nate levantó ligeramente las cejas, pero la frialdad de su mirada se agudizó.
La sala quedó en silencio. Nadie se atrevía a respirar.
La voz de Corrine era tranquila. —No lo creo.
Doug frunció el ceño, sin dejar de estudiar su rostro como si intentara resolver un rompecabezas. —¿No? Pero juraría… que la he visto antes.
Corrine buscó en su mente, pero nada en él le resultaba familiar.
Tiró con más fuerza de su mano, pero Doug no la soltó.
La irritación se reflejó en su fría expresión. Respiró hondo y mantuvo un tono neutro. —Debo de tener una cara muy común. Seguramente se equivoca.
La tensión en la habitación se intensificó, presionando como una tormenta a punto de estallar. Moses sabía que si Nate perdía los estribos, Doug no saldría ileso.
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