El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1014
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Capítulo 1014:
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A lo largo de los años, Herbert había conocido a innumerables mujeres, cada una más impresionante que la anterior. Se creía inmune a la belleza. Sin embargo, Corrine era diferente. No era solo una mujer guapa, era una fuerza, alguien que se negaba a encajar en el molde de la elegancia tradicional.
Pero la familia Hopkins no era una familia cualquiera, sino una dinastía sumida en luchas de poder, plagada de intrigas y traiciones. Algunas de las ramas colaterales incluso conspiraban entre sí, ansiosas por hacerse con una parte del pastel de la rama principal. Tarde o temprano, el conflicto estallaría.
Y en este juego despiadado, Corrine no era más que una debilidad para Nate.
—No puedes ser siempre su refugio seguro —añadió Herbert.
Moses, que los había seguido hasta fuera, soltó una risa burlona y desdeñosa. Si Nate se dejaba influir por esas palabras, se llevaría una gran sorpresa.
—Bueno, Herbert, si Nate la ha elegido, no puede ser tan mala.
Herbert quiso replicar, pero cuando vio la sonrisa cómplice de Moses, se tragó lo que iba a decir.
Tras un momento de silencio, cedió. —Me voy, entonces.
Al bajar los escalones, se volvió de repente, como si recordara algo.
—Ah, por cierto, reunámonos esta noche. Todos están ansiosos por verte, Nate.
Nate respondió con un leve asentimiento.
Si querían verlo a él o a la mujer que había traído… bueno, todos sabían la verdadera razón.
Media hora más tarde, después de comer algo rápido, Corrine y Nate se dirigieron a la residencia de la familia Hopkins.
Corrine no podía ocultar su nerviosismo.
Conocer a la familia de Nate por primera vez le hacía sentir un nudo en el estómago.
—¿Nerviosa? —le preguntó Nate, esbozando una sonrisa.
Ella asintió con la cabeza, jugueteando con los dedos en su regazo—. Es la primera vez que los veo y no he traído nada. ¿No es un poco descortés?
—Lo tengo todo preparado para ti —le aseguró Nate con una sonrisa de confianza.
Corrine parpadeó antes de presionarse las sienes con los dedos en señal de desesperación fingida. —Eres tan atento que casi me siento inadecuada.
—No tienes por qué sentirte así. —Le rodeó la cintura con el brazo y la atrajo suavemente hacia él—. Ya me devolverás el favor en algún momento.
Corrine parpadeó, momentáneamente atónita.
Luego levantó la mirada para encontrarse con la de él, frunciendo ligeramente el ceño al captar el brillo de sugerencia en sus ojos.
Seguro que no quería decir lo que ella pensaba… ¿verdad?
El coche avanzó suavemente por la carretera y, media hora más tarde, llegaron a la finca.
A diferencia del extravagante Gran Palacio, este lugar tenía una elegancia antigua, un encanto atemporal envuelto en los susurros de la historia. La finca se alzaba junto al lago como una reliquia majestuosa, bañada por los tonos plateados del tiempo.
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