El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1013
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Capítulo 1013:
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Algo brilló en ellos: una admiración sutil, casi imperceptible. De pie, serena al pie de la escalera, Corrine irradiaba un encanto tranquilo. El vestido con cuello halter que llevaba se ceñía con elegancia a su figura, y el escote acentuaba la delicada curva de su clavícula.
Su belleza no era frágil ni parecida a la de una muñeca, sino llamativa, audaz, indómita y ferozmente independiente.
El Continente Independiente no carecía de mujeres hermosas, pero pocas poseían el magnetismo natural que ella tenía.
Su mirada no la inquietó. Al contrario, ella la devolvió sin pestañear.
Con lánguida elegancia, bajó los escalones, rozando con los dedos la madera pulida de la barandilla, suave y fluida, como un gato persa deslizándose sobre la seda.
Al oírla acercarse, Nate giró ligeramente la cabeza. La fría indiferencia de su expresión se derritió en una rara y gentil sonrisa. —¿Despierta?
Corrine llegó a él justo cuando le tendía la mano.
Sin dudarlo, ella puso su mano en la de él, permitiéndole guiarla hasta el asiento junto a él.
—Este es Herbert Burton —presentó Nate con suavidad.
Herbert Burton, el heredero de la ilustre familia Burton, un nombre sinónimo de poder y prestigio. Pero más que una simple figura influyente, era un renombrado neurocirujano afiliado a una organización médica internacional de élite.
La mirada de Corrine se agudizó ligeramente. Sonrió. —Corrine Holland. Burton… ¿Podría haber alguna conexión entre él y Eaton Burton?
Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, la voz de Herbert rompió el momento. —Encantado de conocerte.
Antes de que ella pudiera responder, Moses intervino: —¿Has dormido bien esta noche? Por cierto, me he enterado de la propuesta de Nate. ¿Has dicho que sí?
Los agudos ojos de Herbert brillaron con curiosidad al oír mencionar la propuesta.
Sus labios se curvaron ligeramente mientras se volvía hacia Nate. —¿Estás seguro de que no quieres reconsiderarlo?
Sin inmutarse, Nate tomó un vaso de agua tibia y se lo entregó a Corrine. —Nunca tomo decisiones de las que me arrepiento.
Herbert comprendió el peso de esas palabras y se rió entre dientes. —Quizá.
Pero la verdadera pregunta es: ¿los demás te permitirán elegir con tanta libertad?».
Corrine arqueó una ceja ante ese comentario, pero antes de que pudiera decir nada, Herbert se puso de pie. «¿No vas a volver a la residencia de la familia Hopkins? No quiero entrometerme más».
Nate se limitó a mirarlo con expresión inexpresiva antes de levantarse para acompañarlo a la puerta. Cuando llegaron a la puerta, Herbert lanzó otra mirada prolongada a Corrine.
En cuanto salieron, exhaló un suspiro y murmuró: «Creo que deberías reconsiderarlo. Lo que necesitas no es una mujer guapa».
Conocía a Nate desde hacía años y, si había algo seguro, era que no era de los que se dejaban llevar por las apariencias. Pero incluso él tenía que admitir que Corrine era fascinante.
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