El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1004
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Capítulo 1004:
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—¿Cuándo piensas venir conmigo al Continente Independiente? —preguntó Nate.
Corrine ladeó la cabeza, pensando por un momento. —¿Qué tal mañana?
—No hay prisa —respondió Nate—. Si no estás lista, podemos esperar unos días más.
—No, mañana como muy tarde.
Todo estaba ya preparado. Lo único que había trastocado sus planes era su inesperado coma.
Nate dejó el cuchillo y el tenedor, cogió una servilleta y se limpió las manos lentamente. —Entonces iré a recogerte mañana.
—De acuerdo.
Después de comer, Corrine tenía pensado dar una vuelta por el agua. Pero Nate, recordando que acababa de salir del hospital, se preocupó por su salud y decidió llevarla de vuelta a la finca Ford.
El coche se detuvo y Corrine lo miró, reacia a marcharse. —¿Entonces voy a volver dentro?
—Sí —respondió Nate—. Descansa esta noche.
Corrine no dijo nada. Solo abrió la puerta del coche. Cuando estaba a punto de salir, volvió a preguntar: —¿De verdad me voy?
Nate asintió brevemente, sin emoción.
—¡Entonces me voy de verdad! —repitió Corrine, incapaz de contenerse. Al ver que él permanecía en silencio, se sintió un poco frustrada. Con un suspiro, se dio la vuelta y se dispuso a salir.
Pero justo cuando su pie tocó el suelo, Nate se estiró de repente. La atrajo hacia él, rodeándole la cintura con el brazo y estrechándola entre sus brazos.
Antes de que ella pudiera reaccionar, se inclinó y la besó. Sus labios se encontraron con urgencia y pasión.
Cuando el beso finalmente terminó, Corrine se apoyó contra él, sin aliento, con los ojos brillantes y llorosos.
Nate la miró y le secó suavemente los labios con la yema de los dedos. —¿Tienes idea de cuánto me he estado conteniendo?
Temía que su cuerpo, aún en proceso de curación, no pudiera soportar su pasión, pero ella parecía seguir provocándolo sin darse cuenta. Corrine dejó escapar un suspiro. —¿Es culpa mía?
—¿Cómo podría culparte? —respondió Nate, con una suave sonrisa en los labios—. Es mi falta de control, no tú.
Al oír esto, Corrine no pudo evitar reír. Le tomó el rostro entre las manos, le dio un beso rápido y luego saltó del coche con determinación. —Me voy. Buenas noches.
—Buenas noches.
Una vez que Corrine se hubo marchado, el rostro de Nate se endureció, volviendo a su expresión seria habitual. —Dirígete al Instituto de Investigación 101.
—Sí, señor.
Mientras el coche avanzaba por la carretera, el teléfono de Nate sonó de repente. Era Zack.
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