El gran regreso de la heredera despechada - Capítulo 1001
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Capítulo 1001:
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—Entonces sigue trabajando —dijo Jules con frialdad—. Empieza por averiguar la fórmula molecular.
Eaton dio un gran sorbo a su café. Su bigote se crispó. —¡Es fácil decirlo para ti, que estás ahí sentado sin hacer nada! El equipo de investigación tardó tres años en analizar las últimas tres sustancias. Cientos de científicos realizaron miles de pruebas de extracción. ¡Y ahora tú das órdenes como si nada!».
Jules levantó la vista y le lanzó una rápida mirada. —¿Cuántos fondos necesitas esta vez?
Cuando Eaton empezaba a quejarse de las dificultades de la investigación, solía significar que estaba a punto de pedir una suma considerable.
—Bueno, ya sabes lo cara que es la investigación. Todos los datos que obtenemos tienen un precio. En cuanto a la financiación… cuanto más, mejor. —Eaton se rió—. Empecemos con cincuenta millones.
Jules le lanzó una rápida mirada de reojo. Luego sacó su teléfono y marcó el número del banco. —Soy yo. Transfiere cien millones a la cuenta habitual.
Cuando Eaton oyó la cantidad, su emoción se disparó, como un niño que acaba de encontrar una tienda de golosinas.
Pero a medida que crecía su emoción, también lo hacía un atisbo de arrepentimiento.
Si hubiera sabido que sería tan fácil, habría pedido más.
Jules giró casualmente su teléfono sobre la mesa. —Olvídate de la financiación. Necesito que analices el resto de las sustancias.
Eaton sirvió el café con entusiasmo. —No te preocupes, ¡lo daremos todo!
Aún les quedaban dos sustancias, ambas difíciles de analizar. Todos los experimentos de extracción habían fracasado, lo que les obligaba a utilizar el método más lento: clasificar miles de medicamentos para compararlos y seleccionarlos.
También era el más caro.
Jules lo miró brevemente, con tono gélido. —¡Manténme informado de cualquier avance!
—¡Entendido! —dijo Eaton. Se quedó allí, viendo alejarse a Jules. La ansiosa expectación de sus ojos no vaciló.
La sonrisa de su rostro se desvaneció lentamente. Bajó la mirada hacia la caja que Jules había dejado atrás. Un brillo oscuro destelló en sus ojos.
Jules salió del instituto de investigación y le dijo a su ayudante de confianza: «¡Trae aquí a todos los expertos del instituto de análisis de sangre, ahora mismo!». Hasta entonces, su investigación no tenía una dirección clara y solo podían experimentar con la sangre de Corrine. Pero ahora, con el medicamento como pista, se negaba a creer que no fueran a hacer ningún progreso.
Después de un largo viaje, el coche finalmente se detuvo en el muelle. La brisa marina jugaba con el largo cabello de Corrine. Ella instintivamente se lo echó hacia atrás por encima del hombro y miró a su alrededor. «¿Por qué estamos aquí?», preguntó.
«Para terminar la ceremonia», respondió Nate, sacando una cinta suave de su bolsillo. «¿Puedo ayudarte?».
Corrine se recogió el largo cabello y asintió con la cabeza.
Cuando la cinta le cubrió los ojos, todo a su alrededor se oscureció. Nate le tomó la mano y la guió hacia adelante, caminando a paso lento. Aunque Corrine no podía ver adónde iban, un fuerte aroma floral comenzó a llenar el aire.
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